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CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.
El juez Arteche.

Justina y Bartolomé estaban débiles pero no vencidos, y aunque últimamente era Cielo quien parecía marcar el ritmo en la Fundación, ellos preparaban en secreto su regreso al poder para retomar el timón del barco.

Durante una reunión de Cielo con el juez Arteche, mientras conversaban, él le aportó una curiosísima información

— Don Juez, no se aguanta mucho tiempo más esto... hay que hacer algo ya.

— paciencia, señorita — tranquilizó el juez — con el material que ya tenemos y las investigaciones que estamos haciendo pronto vamos a disponer de suficientes pruebas para encerrar a esos explotadores, pero ahora te cité por otro tema, vos me hablaste de esa nena, Luz, la supuesta hija de Justina García.

— ¿averiguó algo? ¿es verdad lo que ellos dicen de la banda de secuestradores?

— no, eso aún no lo sé, lo que si averigüé es que hace ya varios años que la justicia busca a los herederos de la fortuna Inchausti, una mujer y sus dos hijas desaparecidas.

— sí, algo sabía... pero Luz no puede ser, porque las supuestas herederas tenían unos diez y cinco años cuando desaparción, ¿o no?

— eso es correcto, la madre, Alba... — Cielo sintió una puntada en el pecho al oír ese nombre —y sus hijas, Ángeles y Clara Inchausti...

— ¿cómo dijo? — se sobresaltó Cielo.

— las herederas se llamaban Ángeles Inchausti y Clara Inchausti.

Cielo estaba conmocionada le parecía sorprendente la coincidencia con los nombres, Clara y Ángeles, el misterioso señor que había resultado ser don inchausti a ella en sus sueños la llamaba Ángeles, ¿cómo era posible que ella hubiera soñado justamente con ese nombre?

— lo que averiguamos, Cielo, por los registros médicos — continuó el juez — es que Alba, antes de desaparecer, estaba embarazada, y si ese hijo nació, ahora tendría unos diez años, casualmente la edad de esta chiquita Luz.

— ¿usted dice que Luz es una de las herederas? — dijo Cielo conmovida.

— no lo puedo afirmar, pero tampoco lo descartaría.

Cielo se fue del juzgado con más dudas que certezas había algo turbio en la historia de las herederas, y todo el cuento de la banda de traficantes cada vez cerraba menos.

Sería perfectamente posible que Bartolomé y Justina hubieran mantenido oculta a Luz por ser una heredera, para así poder quedarse ellos con su fortuna. ¿y Ángeles y Clara? las otras beneficiarías... ¿qué habían sido de esas chicas? ¿y por qué ella había soñado que don Inchausti la llamaba con ese mismo nombre? a Cielo se le ocurrió que había una persona que le podría aclarar un poco sus dudas.

— ¿me buscaba, señorita? — le dijo Jásper, acercándose a Cielo, que estaba en su carromato, en el jardín de la mansión.

— sí, Jásper... como usted está acá desde toda la vida, le quería preguntar algo sobre las herederas Inchausti.

— eran tres nenas, hijas del señor Carlos María, único hijo de la señora Amalia, y de Alba, la cocinera.

Cielo volvió a sentir la misma puntada en el pecho al oír el nombre de Alba y de su esposo.

— ¿por qué dice tres, si eran solo dos.. Ángeles y Clara ¿no?

— Alba estaba embarazada cuando desapareció — afirmó Jásper.

El jardinero le contó toda la historia, cómo la vieja Amalia había echado de la casa a su hijo cuando éste su unió a la cocinera, cómo diez años después, tras la muerte de su hijo, mandó a buscar a su nuera y a sus nietas, pero nunca las encontró.

Clara Casi AngelesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt