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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO.
Una guerra.

Finalmente llegó la noche de la inauguración del bar TeenAngels, los chicos estaban felices, la convocatoria había sido excelente, los seis propietarios del lugar dieron la bienvenida a todos, y estrenaron una canción que se llamaba Che, bombón.

Aquella noche no sólo festejaban por la inauguración del bar, si no que también le hacían la despedida a Alex, que fue encontrado por su mujer, con una panza apuntó de explotar, que lo estuvo buscando durante meses.

El bar se convirtió en una sensación, durante el día era el lugar de reunión de todos los alumnos del Rockland, se acercaba el verano, y decenas de chicos pasaban sus tardes en las mesitas sobre la vereda, tomando sol, estudiando, flirteando, enamorándose y desenamorándose, por las noches, tres veces por semana, hacían shows, en general cantaban los Teen Angels, una noche a la semana hacían karaoke, que se convirtió en un suceso.

Bartolomé hubiera puesto plata si hacía falta para cerrarles el bar
no le gustaba para nada que los chicos estuvieran felices con el barsucho y dándole que te dale al bailecito con la banda y todo eso con Thiaguito. Pero no podía decir nada, estaba intentando recobrar la confianza de su hijo así que no le quedó otra que dejarlos, y tampoco venía mal la parte de la recaudado que le daban los chicos para tenerlo tranquilo, él la aceptaba, pero manifestando su desacuerdo.

Y de esa manera los días iban pasando, pero había algo que sucedida diariamente. La primera era que Rama buscaba a Clara, intentaba disculparse, pero ella solo lo evitaba. La segunda era que Clara iba durante la tarde al altillo, y se quedaba ahí durante algunas horas.

Clara subió al altillo como ya sé estaba haciendo costumbre y se sorprendió al ver a Cielo allá, llena de tierra y con los ojos llorosos.

Cielo nada más verla camino hacia ella y la abrazo, tomo su rostro, su cabello, sus brazos y de nuevo la volvió a abrazar, pero ahora más fuerte. Y como si un agujero se llenará Cielo sintió un alivio indescriptible, y lágrimas comenzaron a deslizar por su rostro, Clara no entendía nada, pero aquel alivio fue trasladado a ella, que se dejaba abrazar.

Cielo le contó lo que pasó con ella esas últimas horas — me abandonaron... me dejaron tirada en un bosque cuando tenía diez años, querían dejarme morir, para quedarse con la herencia de mi familia, me acordé anoche, cuando intentaron matarme de nuevo... quisieron tirarme a un lago, en mi Carancho... y después me encerraron en un sótano en un campo...

Mientras Bartolomé y Justina estaban intentando empujar el carromato, Cielo había empezado a reaccionar, y se vio sentada frente al volante de Carancho, en medio de un bosque oscuro, miró por el espejo retrovisor y divisó a Bartolomé y Justina.

Pero antes de comprender el horror que estaban por cometer los otros, tuvo una revelación, una ficha que terminó de completar el rompecabezas, al verlos por el espejo, conspirando en la noche, un recuerdo nítido y claro asaltó su mente, recordó aquella noche nefasta en que ellos mismos la habían abandonado en un bosque similar, y a partir de ese recuerdo, todos los demás se desencadenaron.

Ella era Ángeles, la hija de Alba y de Carlos María, recordó aquella noche en que su madre había ido a la mansión a pedirles ayuda y que ellos la habían dejado morir, recordó claramente a su madre, su panza, el hermanito que estaba por venir... y la hermana que ya tenía.

Cielo recordó en detalle a su madre, a su padre y a su hermana, aquellos días felices en una modesta y cálida casita, las tortas de limón que le cocinaba, los paseos a caballo con su padre, las risas de su hermana, la cunita que preparaban para su hermanito, recordó aquella felicidad que les habían destruido.

Clara Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora