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CAPÍTULO VEITIOCHO.
Tranquilidad.

Cuando Nico descubrir que Luz estaba viviendo en su loft escondida pidió explicaciones.

Luz le contó que había vivido durante sus diez años de vida escondida el sótano, pensando que a fuera había una guerra de la que se escondía, historia que le contó su madre, Justina.

Cuando oyeron eso Cielo y Nico horrorizados  pidieron explicaciones, Justina les dijo que unos años atrás, cuando estaban tramitando algunos traslados de menores a la Fundación, una asistente social le había ofrecido comprar un bebé, ella se había horrorizado ante semejante cosa, pero le siguió la corriente para llegar al fondo de esa cuestión, esta asistente social, en realidad, era parte de una organización de traficantes de bebés Justina descubrió que tenían a esta beba robada, cuyos padres habían matado los mismos traficantes de bebés, Justina dijo haber visto la posibilidad de sustraerles a la beba, y lo hizo sin dudar, como no sabía qué hacer con ella para protegerla, la escondió en el sótano, la asistente social había sospechado de ella y la había amenazado si descubría que ella les había sacado a la beba, matarían a ambas, fue por eso que la mantuvo oculta, para resguardarla de esos traficantes mañosos, aseguró.

Nico y Cielo la obligaron a sacarla de aquel sótano y llamaron a un asistente social quien se aseguraría de confirmar la historia que les había contado.

La presentación de Luz les cambió la mirada de todos los chicos de la Fundación, paradójicamente, comparando sus historias con la de ella, se sintieron algo privilegiados, pero a la vez todos comenzaron a ver a Bartolomé y a Justina con más aprehensión que antes, si habían podido hacer algo así, ¿qué no serían capaces con ellos?

Después de aquel descubrimiento los días fueron bastante tranquilos, Barto estaba demasiado ocupado con Cielo y Justina con Luz, así que descuidaron por completo a los chicos que disfrutaron de la paz de los malos tratos.

Clara pasó la mayoría del tiempo en el altillo, junto a Luz y Cielo con las que había creado un vínculo tan especial que era admirado por todos los chicos.

— extraño mi cuarto — lamento Luz.

— ¿el sótano? — preguntó Clara extrañada, ya que desde su salida había repetido una y otra vez lo que odiaba haber estado encerrada toda su vida.

— no, ese lugar no — negó — mis pelis, el escenario, mis juguetes — dentro de todo Justina se había encargado de que Luz tuviera una niñez, aunque fuera encerrada — cuando estaba triste me imaginaba que mi vida era un música.

— ¿en esos en los que todos cantan y bailan hasta para estornudar? — preguntó Cielo, Luz asintio.

— ¿no te gustan?

— Cielo vive en un música — respondió divertida Clara. Las tes chicas rieron.

— es verdad, amo los musicales, yo también muchas veces imagine que mi vida era un gran musical. Yo era la reina de la cuerda floja. Y mi príncipe era una mezcla de mago, payaso y un bombonazo por supuesto.

— ¿y vos? — preguntó Luz mirando ahora a Clara.

— yo no me sentía una reina.

— sos una princesa — interrumpió Cielo — y vos también — miró a las más pequeña.

— tal vez — aceptó Clara — pero lo que si me imaginaba es que conocía a un príncipe, lindo, bueno, dulce.

— como Rama — interrumpió esta vez Luz.

— si, como Rama — afirmó con algo de vergüenza.

— saben que imagino también — habló Cielo, y las dos chicas la miraron con atención — imagino que todos ustedes son mi gran familia.

— ¿alguna vez se nos van a cumplir? — preguntó Luz, Clara y Cielo se miraron cómplice y con una gran sonrisa.

— los sueños se cumplen siempre — dijeron al unísono.

— cuando uno tiene sueños, tarde o temprano se cumplen — les aseguro Cielo, mirándolas a las dos.

Clara y Luz se quedaron a dormir en la cama de Cielo, algo apretujadas aunque sin importarles mucho.

Y durante esos días tampoco podían faltar los momentos con Rama. Habían echo un picnic junto a las margaritas que habían plantado, en donde se emocionaron al darse cuenta de que estaban creciendo gracias a sus cuidados.

También utilizaron algunas horas para salir, una de las tardes fueron junto a Alelí al parque y mientras ella jugaba ellos se sentaron en el césped. También utilizaban las noches para leerle un cuento a Alelí. Se quedaban junto a ella hasta que durmiera. Y por las mañanas preparaban juntos el desayuno compartiendo risas. Y el tiempo que les quedaban lo utilizaban para estudiar, Rama había comenzado a ir en secreto a un colegio nocturno. Y siempre al día siguiente le enseñaba a Clara lo que había estudiado.

Últimamente también le estaba comenzando a hablar sobre una compañera, Brenda una chica unos años más grande que él, con unos ojos verdes hipnóticos y un humor y desparpajo que agradaron a Rama desde un primer momento.

Le hablaba de su carácter y valentía admirable y Clara no pudo evitar sentirse celosa. El lo había notado y no pudo negar que le divertía un poco ver como una de sus cejas se crubaba ligeramente y sus labios se apretaban. A Clara no le gustaba sentirse así por lo que siempre terminan la conversación en ataques de besos. Como Rama lo llamaba.

— no quiero que te pongas celosa de Brenda.

— pero veo como hablas de ella, de su carácter y..., yo no tengo nada que ver con ella — se lamentó sintiendo el pinchazo en su panza, por el temor a que Rama la prefiriera a ella.

A ella también le gustaría ser alguien valiente, atrevido y seguro de si misma, todo lo que le faltaba a ella a si que pensar en que Rama preferiría a alguien así no era ninguna locura.

— pero estoy con vos por que estoy enamorado de vos  — le reafirmo una vez más, y con dulzura le dio un beso para terminar de confirmarle lo que le habia dicho. Clara asintió y le prometió no volver a tener celos de Brenda — ni de nadie más — dijo esperando a que ella lo repitiera.

— ni de nadie más.

Clara Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora