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CAPÍTULO TREINTA Y TRES.
Cayendo al vacío.

Los chicos esperaban a Cielo para comenzar con las clases de baile pero se extrañaron cuando de pronto Cielo irrumpió corriendo, alarmada, y comenzó a cerrar las puertas del patio que daban al pasillo — ¡cierren, ayuden, ya! — gritó.

— ¿qué pasó? — se alarmaron todos.

— ¡ayúdenme a cerrar, les digo! ¡traigan bancos! — en ese momento vieron aparecer a Bartolomé y a Justina por el extremo del pasillo, corriendo, desaforados.

Los chicos se apresuraron a ayudar a Cielo a cerrar las puertas, y empujaron algunos bancos para trabar las puertas, al tiempo que la dupla ya golpeaba con furia.

— ¿qué pasó, Cielo? — preguntó Clara.

— ¡No me voy a ir de aca! — gritó bien fuerte para que la oyeran, Bartolomé quería sacar a Cielo de la mansión pero ella se negaba a irse y dejar a los chicos a solas con el.

Las puertas se movían estruendosas del otro lado, Bartlomé y Justina empujaban, golpeaban y gritaban.

— ¡abrí, desgraciada!

— se terminó lo que se daba, Sky, no la hagas más difícil para los purretes, van a sufrir mucho, ¡abrí, tilinga!

— ¡traben, empujen! — gritó Cielo negándose a hacer lo que le pedían.

— ¡abrí, rrrreventada!

— resolvamos esto como gente civilizada, Sky, vos te vas y a los chiquitos no les pasa nada.

— ¡nunca me voy a ir! ¿escuchan? ¡ni sueñen que los voy a dejar seguir explotando a los chicos, aunque tengan comprado a medio país, turros, ¡explotadores de menores!

— ¿de quién hablas, Cielo? —  la voz, algo ronca y suave, surgió detrás del grupo atrincherado, Cielo se puso pálida y giró bruscamente.

A unos metros de ellos estaba Thiago, desconcertado, con su entrecejo contraído, Thiago había permanecido todo ese tiempo en la sala de baile, intentando sacar un tema con su guitarra, y había visto y oído todo.

— hablá, Cielo, ¿qué está pasando?

Del otro lado de la puerta, Tina y Bartolomé también lo oyeron y se les cortó la respiración, Thiago permaneció inmóvil, mirándolos, esperando oír una explicación.

Vio que su novia y sus amigos, todos, desviaban la mirada, incómodos, escondiendo algo.

Cielo se compadeció de él, había pensado en cómo explicarle a Thiago quién era su padre pero ésta, definitivamente, no era la manera.

— Thiago... yo dije lo que dije de bronca nomás... de loca que soy, pero no es que tu papá... 

Thiago la frenó con un grito inesperado, que sorprendí a todos, un grito cargado de un odio que nunca nadie le había visto — ¡callate! — se acercó a ellos, que estaban inmóviles, y comenzó a quitar los bancos que habían puesto.

— Thiago... — dijo Mar, y bajó la voz hasta volverla imperceptible — mi amor... a Cielo le patinó el embrague, pero...

— ¡basta! — volvió a gritar aún más fuerte — ¡no me mientan más! — quitó con furia el último banco, destrabó la puerta y la abrió; pero él y todos se sorprendieron al ver que del otro lado ya no estaba ni Barto ni Justina.

Thiago atravesó el pasillo apresuroso y furioso, Cielo fue tras él.

Mar, Tacho, Clara, Jazmín y Rama quedaron en el patio cubierto, preocupados por cómo habría terminado el incidente con Thiago. Tacho era pesimista, suponía que toda esa revuelta finalizaría con ellos separados y castigados, Mar rogaba que Cielo hubiera podido meterle algún verso a Thiago para disuadirlo, le partía el alma que su novio se hubiera enterado por fin de quién era su padre, pero Jazmín sostenía que no haría falta convencerlo de nada, creía imposible que Thiago pudiera abrir los ojos, Rama sentia lástima por cómo se había enterado  y Clara tenía la esperanza de que poco a poco todo iba a comenzar a encauzarse, haciendo que todos los chicos la llamaran ingenua.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now