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CAPÍTULO VEITINUEVE.
Grabadora.

Un nuevo descubrimiento terminó por mostrarte a Cielo quiero era realmente Bartolomé.

Cielo había comenzado a ir al instituto de amnesia, para intentar recordar algo sobre su pasado,pero ahí conoció a Alex. Él era un hombre encantador, y muy divertido, aunque la extraña amnesia que padecía dificultaba un poco la relación.

Hace un par de meses, un día que habían sido castigados con dureza los chicos escondieron un pequeño grabador de periodista para grabar las amenazas de Barto luego escondieron la cinta con la esperanza de poder usarla algún día como prueba cuando se animaran a denunciar a Bartolomé.

Alex, perdido en la mansión Inchauti sin poder recordar que hacía ahí o como salir se encontró con la grabadora.

En ese mismo momento, Cielo que lo había estado buscando por toda la mansión lo encontró en el patio techado oyendo lo que parecía la voz de Bartolomé.

— ¡muertos! así van a terminar todos, mocosos, por levantarme el copete... ¿o creyeron que voy a aceptar así nomás que dejen de robar, que se me retoben, que levanten vuelo? que se les grabe bien en la cabeza: ¡ustedes son míos y yo los exploto como quiero! — se escuchaba una y otra vez desde el pequeño grabador.

Cielo no dudo y fue directamente a su despacho a recriminar lo que había oído, estaba muy furiosa, y dolida por partes iguales, nadie lastimada a sus chicos.

Cuando las palabras de Barto que habían sido grabadas, fueron escuchadas por él, lo primero que hizo fue mentir, actuar con su mejor cara de inocente, a lo que el ya estaba acostumbrado a hacer, tirarle la tierra por encima a los chicos para quedar el como el pobre.

— ok... sí, ése era yo, ¿sabes bajo qué circunstancias dije esas horribles palabras? tenía a Tachito agarrándome del cogote, y a Jazmincita con una navaja en la mano, che... son bestiecitas sin domar...

Pero después de lo que había escuchado en la grabadora, Cielo nada le había creído de aquellas palabras, y con el desprecio que sentía hacia el le amenazó con que lo denunciaría ante un juez, lo que causó que Barto sacar sus garras, y mostrará su cara oculta.

— decime cuál.. ¿Pérez Alzamendi, el papá de Nachito? ¿con Orteguita? Juego al golf todos los jueves con él, ¿con Uñarte Urondo? compartimos palco en la ópera.. los conozco a todos, Sky... además, soy un filántropo respetado, che. ¿qué sos vos? una sirvientita amnésica, ¿a quién van a creerle? — dijo con la superioridad que le daba ese poder — conste que no soy una mala persona... esta fundación hay que mantenerla, ¿sabes? los crios tienen que aprender a ganarse la vida... — excuso sus chanchullos.

Cielo se siguió negada a mantenerse callada, y a Barto sólo le quedó hacer una cosa, amenazarla — vos llegas a abrir la boca... con Bauer, por ejemplo, y pagan los chicos, lo hablas con alguien, con el jardinero, con la verdulera de la esquina... y pagan los chicos.

Cuando los chicos vieron a Cielo llegar a la sala de ensayos supieron que algo había pasado. Tenía una mirada perdida, apenada, estaba llena de culpa por haber estado tan ciega y no haber visto lo que los chicos sufrían.

— ¿pasa algo? — preguntó Rama.

— perdónenme chicos — lamentó  dejando escapar las lagrimas de sus grandes ojos — fui tan mala con ustedes — hizo referencia a las veces que les echo en cara que robaban — no puedo creer como fui tan ciega, yo los quiero con todo mi corazones y yo les juro que vamos a estar bien.

No hicieron falta más palabras, los chicos lo supieron. Y por fin se sintieron libres de hablar, lloraron y hablaron, Cielo los observaba, mientras esas palabras iban llegando a sus oídos como golpes, como cachetazos que la aturdían, pero poco a poco las palabras comenzaban a cobrar sentido.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now