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CAPÍTULO DOS.
El intercambio.

Como tantas veces lo había hecho antes, una vez más Cielo llegó para infundirle esperanza, Nico no estaba seguro de que aquella aparición fuera real pero, si acaso lo era, resultaba poco común.

Llevaba todavía el vestido de novia, tal como la había visto cuatro meses antes, alrededor de ella había un halo de luz blanquecina, y su voz llegaba como desde un lugar lejano, aunque clara y nítida, si bien no podía explicar su aparición, Nico estaba seguro que no se trataba de un desvarío: era Cielo.

— no hay tiempo — dijo Cielo con una voz muy suave y calma, ante las miles de preguntas de Nico.

La luminosidad que rodeaba a Cielo produjo un destello, y ella desapareció. En ese mismo momento, algunos kilómetros, los chicos terminaban de cantar la nueva canción, en tanto que a otros kilómetros de allí Clara con una paz que le invadió de repente vio como los chicos ya estaban dormidos.

Y muy cerca en el centro de operaciones muy tecnológico, Franka veía cómo los sensores dejaban de captar la señal electromagnética que habían detectado en el reloj de la mansión.

Franka pidió reporte a Croussen, uno de los científicos que Nico había contratado, pero que en realidad trabajaba con la misteriosa mujer, el científico corroboró lo que ella misma había comprobado: durante algunos segundos el reloj había emitido una especie de energía desconocida e intensa; y luego todo había vuelto a la normalidad.

Unos minutos más tarde, Nico despertó en el claro del bosque, algo entumecido, miro hacia donde había estado Cielo, y ella ya no estaba.

Siguiendo la intuición que tenía, pudo comprobar rápidamente: llamó por teléfono a los científicos y el compañero de Croussen le confirmó que, en efecto, se había producido una variación electromagnética en el reloj. Por primera vez en mucho tiempo Nico tuvo esperanzas, ya que aquella extraña aparición de Cielo coincidía con la primera variación registrada en el portal.

Tanto en el hogar como en el campamento de verano, estalló una alegría ruidosa y se produjo un alivio profundo cuando Nico logró comunicarse con ellos para contarles que no sólo había encontrado a Cristóbal y a Malvina, sino que además había nacido, sana y salva, su hija Esperanza, lloraron de felicidad, y festejaron por horas la buena noticia en el hogar cuando después de que Feli corrió a contarles a Clara, Monito, Luz y Alelí.

Como solía hacer Feli cuando iba a visitar a Justina al penal, dejó a los chicos al cuidado de Rosarito Guevara de Dios, asistente social del juzgado de menores.

Felicitas la visitaba cada semana, intentando evangelizarla y redimirla, pero sólo recibía insultos y agresiones de su oscura prima.

— no tendrías que visitarla más, Feli, esa mujer no se lo merece — protestó Rosarito.

— pobre sssanta, todossss se merecen una oportunidad — dijo Feli con su gran sonrisa cándida y remarcando las eses — además, hoy van a trasssladarla a otro penal lejano, y ya no voy a poder vissssitarla tan seguido.

Se despidió de Clara con un beso y marchó hacia el penal canturreando canciones de alabanza.

En ese mpmento Clara se acercó a Luz, estaba cabizbaja sentada sola en la cocina.

— ¿pasa algo? — preguntó sentándose a su lado.

— Feli fue a visitar a Justina

— ¿queres hablar con ella? — le propuso, Luz negó. La pequeña tenía una mezcla de amor y odio por la que por tanto tiempo había sido su madre que le provocaba confusión y sobretodo enojo consigo misma.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now