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CAPÍTULO VEINTICINCO.
Amor.

Justina había despertado a los chicos informándoles de que debían ir a trabajar a las calles.

Era un gran día, un sábado soleado, así que esperaba una gran recaudación.

Rama sabía el desagrado que le tenía Clara a tener que robar, por eso el decidió doblar la recaudación dándole así su parte, evitando que ella se viera obligada a hacerlo.

— no tenes por que robar — le dijo al verla con angustia — yo puedo robar algo de más.

— no tenes porque hacerlo — negó Clara.

— yo ya estoy acostumbrado, vos no.

— pero...

— aparte no sabrías ni por donde comenzar, solo harías que te descubrieran a vos y a todos — bromeo, Clara sonrió agradecida por aquello.

Al llegar a la Fundación le entregaron a Justina el botín y, aunque no estaba del todo satisfecha, se contentó, pero cuando se estaban retirando, con sus ojos de lechuza, alcanzó a ver el destello dorado de la pulserita que Jazmin escondía bajo las mangas de su blusa, la misma pulsera que Tacho le regalo, después de encontrarla en una cartera que robó.

— ¿qué escondes ahí? — dijo sujetándola por la muñeca.

— ¡nada! — dijo Jazmín forcejeando para soltarse, pero Justina tironeó de su muñeca, levantó la manga y vio la pulsera.

— ¡con que robándole a don Bartolomé!

— ¡es mía!

— acá no hay nada tuyo ¡dámela!

— es mía, le digo — se mantuvo firme Jazmin.

— si, yo se la regalé — dijo Tacho dando un paso adelante.

— ¿qué vas a regalar vos, vikingo mugriento, con qué plata? — le arrancó de un tirón la pulsera.

Todos vieron el odio en los ojos de Jazmín, pero se sorprendieron al ver como Jazmín se tiro encima de Justina mientras esta guardaba en los enormes bolsillos de su amplia falda negra la pulsera con el resto de los objetos robados, Jazmín descargo todo el odio acumulado.

— ¡te dije que es mía, vieja yegua!

Justina, azorada, no tuvo tiempo de reaccionar, y su parálisis fue total cuando Jazmín se aferró del turbante negro que Justina siempre llevaba y se lo arrancó, todos quedaron asombrados ante la larguísima cabellera negra y lacia que quedó suelta, Justina estaba verde, su cara era pura indignación, como si la hubieran desnudado.

Con todas sus fuerzas le pegó una bofetada, pero Jazmín había ido demasiado lejos como para retroceder, se le tiró encima y logró derribarla, y comenzó a pegarle con tanta furia que entre sus cuatro amigos no podían separarla.

— ¡¿Jazmin, que haces?! — se oyó de pronto, Jazmín reaccionó ante esa voz, era Cielo, que miraba perpleja cómo Jazmín atacaba a Justina — ¿te volviste loca?¿cómo le vas a pegar a Justina?
— exclamó Cielo, apartándola y ayudando a Justina a incorporarse.

— ¡déjame! — dijo Justina hecha una furia — ¡déjame que le pongo las tripas de collarrr! — quiso avanzar hacia Jazmín, pero Cielo la frenó sujetándola del vestido.

— ¡usted no va a hacer nada! — pero al tomarla del vestido, el amplio bolsillo de la falda que había quedado maltrecho por la trifulca cedió, y las billeteras, celulares, relojes y las joyas que Justina guardaba cayeron al piso, Cielo abrió grandes sus grandes ojos — ¿y eso?

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now