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CAPÍTULO QUINCE.
Hogar a leña.

Cristóbal convenció a Monito y Alelí para que lo acompañaran a investigar sobre lo que había tras la puerta trampa que había descubierto, días antes, escondida tras el hogar a leña de la cocina.

Tras ellos Clara entró a la cocina encontrándose con la puerta secreta abierta, se acercó con curiosidad viendo el interior, que se encontraba completamente a oscuras, logrando oír las voces de Alelí, Monito y Cristóbal.

Por unos instantes la de ojos celestes dudo en si ir e informar de lo que había visto a Bartolomé o adentrarse en busca de los tres chicos. Temiendo que si Barto se enteraba los pequeños recibirían un castigo se convenció a sí misma para adentrarse en esos confusos túneles, siguiéndo las voces qué cada vez se oían más lejanas, convirtiéndose casi en un débil murmullo. Clara empezó a avanzar por el pasillo y de pronto una aparición la paralizó, por el extremo del pasillo apareció una pequeña figura, sus ojos aún no terminaban de acostumbrarse a la oscuridad del pasillo, pero empezó a distinguir algo blanco que se movía, divisó el cabello largo y lacio de una nena que la miraba con aprehensión. Sintió una profunda puntada en su pecho. Su cabeza pareció contraerse. Pero de pronto sintió un fuerte golpe en la cabezas, las paredes empezaron a girar a su alrededor, y sin entender aún lo que pasaba impacto contra el piso duro y frío mientras todo se oscurecía.

En ese instante Justina venía tras Clara con una bandeja con la merienda para Luz y vio lo que allí ocurría. Con desesperación, caminó con pasos apresurados hacia Clara y la golpeó con todas sus fuerzas con la bandeja.

Mientras Clara caía desmayada ella corrió hacia Luz, saltando por encima de la adolescente, ya inconsciente en el piso, y volvió a meter a Luz en su sótano, reprendiéndola severamente por haber salido.

— ¿hablaste con ella? — le preguntó desesperada Justina a Luz.

— ¿quién es esa chica?

— contéstame, ¿hablaste?

— no, ¿quién es?

— ¡no importa quién es! ¡te quedas acá y nunca más vuelvas a salir!

Encerró a Luz otra vez en el sótano y fue hacia Clara, que seguía inconsciente. Empezó a arrastrarla por el pasillo, pero no hacia la entrada de la cocina, sino hacia unas escaleras que había a unos veinte metros de allí. La subió con algo de esfuerzo por las escaleras de piedra, y abrió otra de sus puertas trampas, la que daba a su habitación. Con la respiración agitada, llamó a Bartolomé por ayuda.

— ¡la vio! ¡vio a la hermana! — dijo Justina con desesperación.

— ¿y qué, la golpeaste, la desmayaste?

— si, no supe que hacer mi señorr.

Bartolomé quiso insultarla, y ella le aseguró que luego podría hacerlo a gusto, incluso ella misma lo ayudaría, pero ahora había que hacer algo.

«El calor de un pequeño rayo de sol, Hace frío, pero ese rayito reconforta. Huele a torta de limón. " — ¡Espera a que se enfríe para comerla! — ", dice una voz angelical, para sus oídos, mientras de fondo se oye una máquina de coser, ahora otra voz se esucha a alguien habalr, esta vez es una voz aguda, de niña " — Queres jugar conmigo Clarita — " pregunta con emoción y otra voz está vez aún más aguda, de otra niña, parece más pequeña "— si —"»

Clara despertó de golpe, completamente desorientada, pero con aquel sueño sin imagen, no recuerda las caras pero si los olores, las voces y ese pequeño calor en su frío cuerpo que temblaba. Estaba acostada en la cama de Cielo en el altillo, ella estaba a su lado tomando su mano y junto a ella estaban Justina y Bartolomé, que se miraraban con sus caras desencajadas. A la espera de una reacción.

Clara Casi AngelesWhere stories live. Discover now