Capítulo 59: El rey de los demonios (Parte VII)

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Estaba parado frente a un deteriorado y cansado Muzan, yo Tomioka Giyuu, no puedo dejar de preguntarme qué fue lo que ocurrió mientras estaba con Uta y Yoriichi.

Al recordar a esa pareja, me vino a la mente toda la conversación que tuve con ellos, bueno, al menos con Uta, Yoriichi tenía razón en algo, a su esposa le encantaba hablar.

Mientras me acompañaban a ese lago, ella no paraba de contarme toda su historia, desde que era pequeña hasta los últimos momentos de su vida. También me comentó que le hubiese encantado que su hijo no nacido fuese como yo.

Aún recuerdo su expresión de sorpresa cuando le dije que no creía que fuese buena idea, yo no soy alguien especial para querer que unos padres deseen que su hijo fuera como yo.

Sin embargo, Uta negó mi argumento y me pidió que no fuera tan pesimista, también me pidió que no me subestimara, ya que, si yo mismo me insultaba, el guerrero que está dentro de mí se lamentaría, esas fueron sus palabras exactas.

"Giyuu san, tú eres fuerte, solo recuerda todo lo que has logrado"

Durante el resto del camino, Uta se empeñó a decirme todos mis puntos fuertes, así como mis logros. Su esposo en cambio no hablaba mucho, pero lo poco que me dijo me dejo impactado.

"A veces un hombre puede lograr demasiado con tan solo proponérselo"

Yoriichi me estaba diciendo que lo único que necesito hacer es confiar en mí y que los limites solo se los pone uno mismo. Al pensar más en las palabras de los esposos Tsugikuni, frente a mí aparecieron fugazmente todos los momentos que creía imposible y se cumplieron.

Otra de las pocas cosas que me contó Yoriichi fue como se había encontrado a Muzan y peleado contra él. Por un descuido suyo Muzan logró escapar y él siempre se lamentó el haber fallado, ya que eso significaba que mucha gente moriría por su culpa. No fue hasta después de encontrarse con la familia Kamado que pudo encontrar la paz interior.

Al llegar al lago, Uta me comentó que las aguas de ese lago conectaban con el mundo terrenal, que en esas aguas pudieron ver todo lo que pasaba y, sobre todo, pudieron ver todo lo que hacía.

Después me dijeron que para regresar lo único que tenía que hacer era solo arrojarme al lago y dejarme hundir en las profundidades, yo lo dude un poco, pero lo que me dijo Uta me armó de valor.

"A veces, para seguir avanzando, solo se necesita un salto de fe"

Con eso en mente, me preparé para arrojarme a las aguas de este lago, pero antes de hacerlo, Yoriichi me dedicó unas últimas palabras.

"Recuerda, son las decisiones las que nos hacen ser quienes somos. Siempre podemos optar por hacer lo correcto"

Eso fue lo último que escuché antes de entrar al agua, después comencé a caer en un oscuro abismo, por un momento creí que me ahogaría, pero no fue así, no sentía que me faltara el aire.

Esa oscuridad continuó hasta que vi un pequeño haz de luz, estiré mi mano para poder alcanzarlo y cuando lo hice, la luz se extendió cegándome por un instante.

Al recuperar la visión, me encontraba parado en una casa abandonada y pude ver a Shinobu, Kanao y Tsutako observándome con unos rostros bastantes sorprendidos.

Tanto Shinobu como Tsutako comenzaron a llorar, mientras que Kanao me sonreía, a los pocos segundos, Shinobu se secó las lágrimas y me gritó pidiéndome que me volviera a recostar.

Yo solo negué con la cabeza y al observar a mi hermana me acerqué un poco para ver su condición, fue en ese momento en que me di cuenta de que Tsutako tenía entre sus manos mi espada. Ella se levantó de su lugar y me entregó mi nichirin.

Después de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora