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Diciembre 24 de 1989

Era una noche tormentosa, la lluvia caía sin cesar acompañada de truenos y relámpagos. Juntos, iluminaban el cielo nocturno de esa noche. Mientras tanto, ella corría presa de un terrible dolor y frío. Buscaba con desesperación un lugar seguro en el cual poder dar a luz al bebé que llevaba dentro.

No estaba segura de que estuviera en sus nueve meses, pero estaba por cumplirlos. El dolor aumentaba y ella ya no podía soportarlo más. Pedía a gritos ayuda, pero nadie la socorría. El dolor la había desesperado desde hacía horas y a cada minuto transcurriente, ella cada vez se arrepentía de no haber podido abortar.

Presa del terrible dolor visualizó no tan lejos el estacionamiento de uno de los restaurantes a los que ella le hubiera encantado ir del brazo de su marido vistiendo un elegante y ajustado vestido. Pero, lastimosamente para ella; los hombres que llegaban a su vida sólo buscaban algo: Sexo. Nada más. Pero de todas maneras, de eso consistía su trabajo, ¿no?

Su corazón se había roto muchas veces, de tanto dolor ya se había acostumbrado. Pero ése dolor no se comparaba al dolor que le provocaba el bastardo que llevaba dentro de sí.

Vio cómo el guardia de seguridad se alejaba e iba a ayudar un par de octogenarios que tenían problemas para subirse al auto.

Entró a hurtadillas reprimiendo las ganas de gritar del dolor. Se metió entre los grandes autos que llenaban el lugar y donde la lluvia no caía a mares por el techo que estaba sobre éstos. Entre gritos ahogados tuvo a su bebé. El niño lloraba desconsoladamente y ella no sabía que hacer con él. Aún estaban unidos ¿como lo dejaba tirado allí? Tampoco era que le importara la supervivencia del bebé, total, ella no lo quería desde un principio.

Lo miraba llorar en un estado de shock y no se dio cuenta cuando varias personas se comenzaron a reunir a su alrededor mirándola con tristeza y lástima. Una mujer que se encontraba con su hijo, un niño que no parecía tener más de tres años, sacó algunas mantas de su auto y la colocó alrededor del bebé y llamó a una ambulancia.

...

Habían pasado un par de días y Lola ya había sido dada de alta junto con su Bastardito. Aquellas personas que los habían socorrido esa noche, se habían encargado sorprendentemente de pagar todos los gastos en el hospital. Varios le regalaron ropa y uno que otro biberón, entre otras cosas que a ella no le importaron en lo absoluto.

Cuando Lola se enteró de que estaba embarazada gracias al crecimiento de su barriga, no sabía qué hacer, pero sí sabía de quién era. Era el único con quien no se había protegido de todos con los que había estado. Al principio, su plan era quedar embarazada y así amarrar a su amado. Pero para su gran suerte, él desapareció de un día para otro y jamás volvió a saber de él así que su plan de amarrarlo había fracasado enormemente.

Por ello, ella consumió durante la mayoría de su embarazo todo tipo de narcóticos, bebidas alcohólicas y cigarrillos para ver si así perdía al bastardito, puesto que no tenía dinero suficiente para abortar y quería que el bebé muriera, pero no fue así. En todo el embarazo no se hizo ningún estudio para saber cómo se encontraba de salud o siquiera para saber el sexo.

En definitiva, aquél bebé de ojos marrones, casi verdes y cabello castaño había tenido mucha suerte de nacer sin ninguna enfermedad y de haber sobrevivido a ese nacimiento.

Lola caminó por la calle yendo hacia su trabajo mirando el acta de nacimiento. No sabía qué hacer con él. ¿Y si lo daba en adopción? No lo quería en su vida, sólo sería otro estorbo.

Corazón Principiante✔️Where stories live. Discover now