CapítuloCincuentaYDos|Collar del corazón|

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Kara gritó al sentir el ardor recorriendo su espalda cuando Marcus dejó caer lo quemado del cigarrillo. Ya no estaba en la silla, ahora estaba en una cama con sus pies y manos igualmente amarrados con fuerza. Marcus estaba detrás de ella fumándose un cigarrillo el cual, luego de acabar, lo apagó en su espalda restregándoselo repetidas veces.  

Ardía, no podía negarlo; pero prefería eso a que estuviera golpeándola sin piedad. Los mareos y náuseas no habían cesado para su desgracia. Seguía sintiéndose tan mal como la noche de la fiesta y peor. Que esos síntomas no pararan, sólo podía significar que sí estaba embarazada. 

—¡Para!—gritó al sentir cómo él arrancaba los trozos de la cubrían—. ¡Detente!

—¡Cállate!—espetó golpeándole una nalga con fuerza—. Serás mía nuevamente, Kara. Te lo advertí cuando decidiste irte de mi lado—él le mordió la espalda baja y preguntó—. Dime, ¿en qué pensabas? Nos íbamos a casar y todo iba a mejorar. Además, el sexo no era malo. 

Kara sintió náuseas en ése momento. Le daba asco. Sentía sus manos deslizarse por su piel y clavándole las uñas. Nada lo detendría, estaba segura de eso. Intentó moverse con todas las fuerzas que quedaban en ella, pero los días sin comer y los constantes golpes, le estaban pasando factura. 

Marcus se inclinó y prosiguió a pasar sus uñas con fuerza por la espalda de Kara, arañándola y abriendo las quemaduras del cigarro. Estaba terriblemente al tenerla así, expuesta ante él para saciar todos sus deseos. Le gusta fuerte, rudo. Sabía que ella se resistiría, lo cual lo excitaba más.

Ella no tenía el mejor cuerpo, de hecho había estado con mujeres muchísimo más voluptuosas. Kara no era la mujer más hermosa físicamente. Era un poco rellena y quizá demasiado pequeña. Lo único que la beneficiaba, eran sus pechos grandes y su atractivo rostro. Quería hacerla suya. 

Sonrió con mofa cuando la vio patalear y mover sus brazos. Oía sus sollozos ahogados, lo cual aumentaba su placer. Desabrochó su cinturón y, cuando estaba por bajarse el pantalón, la puerta se abrió.

—¿Qué crees que haces?—preguntó Robert sosteniendo firmemente su bastón.

—¿Tú que crees? Voy a follármela.

—No, no lo harás. Necesito hablar con ella. 

—¿Qué estás diciendo?

—Lo que oíste. 

—No puedes hacerme esto, Robert.

—Fuera.

Kara dejó salir todo aire de sus pulmones cuando oyó el portazo que Marcus le dio a la puerta al salir. No había levantado la cabeza, prefirió no ver nada. Sus ojos dolían y su espalda ardía. Estaba totalmente expuesta, a merced de cualquiera que entrara. El miedo que sentía se había transformado en rabia y rencor. 

—Espero y hayas perdido la esperanza de que mi hijo vendrá a por ti.

—Sé que vendrá.

—Jamás te encontrará... viva.

Kara tembló y sus vellos se erizaron. Él pensaba matarla.

—Sé que él me odiará e intentará cazarme, pero no lo logrará.—sonrió y se acercó a ella. Deslizó sus dedos por las marcas que Marcus había dejado en su espalda y enterró sus dedos—. Noah se parece mucho a mí. Vengativo, celoso. No le tiembla la mano para matar.

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