CapítuloCuarentaYTres|¿Jane?|

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Carol estaba acostada en su cama pensando en su otra hija, en su Kara, y en lo mucho que hubiese querido que ella estuviera allí con ellos, celebrando sus veintiséis. Era duro para ella, pero debía aceptar de una vez por todas su cruda realidad. Lo mas probable, es que su hija nunca regresara. Se levanto y se dirigió a su habitación, en donde pertenencia ojeando los álbumes viejos, recordando aquellos tiempos, cuando su familia estaba completa.

Unos toques a la puerta de su habitación llamaron su atención. Musitó un adelante y la puerta se abrió. Marko, el mayordomo, le sonrió con aquella sonrisa que lo había caracterizado durante todo el tiempo que llevaba trabajando para ellos.

—Tiene visita, Señora.

—Bajare enseguida.

Carol se miró al espejo antes de salir de su habitación. Bajó las escaleras agarrando el barandal y caminó a paso lento hasta la sala. Allí, al ver a la mujer que se encontraba sentada con los pies sobre su mesa de mármol y cristal, se detuvo abruptamente. Parpadeó varias veces, sin poder creérselo. Ella no tenía por qué estar allí.

—¿Qué haces aquí?—preguntó brusca.

—¿No crees que deberías de recibir de una mejor manera a tu única hermana?

—Tú no eres nada mío.

—Siempre seremos hermanas, Jane.

—¡No vuelvas a llamarme así!

Carol miró a Lola con frustración. Jamás en su vida habría imaginado que a ella se le ocurriría ir a visitarla, de hecho, no tenía la menor idea de cómo sabía en dónde vivía. Pero, sabía que sus razones de ir a verla, no eran precisamente unir a la familia. Hacía años que no veía su rostro y, de hecho no había cambiado casi nada. ¿Había regresado para buscar a su bastardo?

—¿Qué haces aquí? Deberías ir a buscar a tu bastardo.

—¿Mi bastardo? Oh, vaya. No imaginé que te referirías así a tu sobrino, Jane.

—Te lo repito. Tú no eres nada mío, mucho menos ese maldito bastardo.

—Basurita está muy bien. El muy desgraciado ha renacido de las cenizas en las que lo dejé. Jamás imaginé que terminaría así.

—¿Crees que me importa lo que pensabas sobre tu hijo? Él me importa tanto como me importas tú. Ustedes no valen nada.

—¿Qué te hace pensar que tú sí? ¿Que tus hijos no son la misma mierda que tú?

—¡No te metas con mis hijos! ¿Quién te crees para hablar de ellos? Limítate a oírme cuando te hablo, Lola. Tú y ése bastardo que tuviste nunca debieron existir. Los dos pertenecen al mismo mundo de mierda.

—Bájale un poco a tu soberbia, hermanita. ¿Si recuerdas de dónde venimos? ¿Si recuerdas todo lo que hicimos? No puedes pararte aquí, frente a mí y decirme de todo a mí y a Basurita cuando tú te criaste conmigo e hiciste todo lo que yo hice—sonrió de lado y caminó hacia ella—. No eres una señora respetable, eres una puta disfrazada de señora.

—Recuerda que muchas veces me amenazaste cuando era joven. ¿O no recuerdas la vez que me sacaste a rastras de la casa de nuestros padres para ir a la fiesta del maldito de MacIntyre?

—Eso es caso aparte, Cariño. Además, ahí conociste a tu Gran amor—habló fingiendo voz melosa—. De hecho, deberías agradecérmelo, puesto que sin mi, no estarías viviendo como una puta reina.

Cuando Lola se fue moviendo las caderas al ritmo de la música instrumental que salía de los parlantes implantados en varios lados de la casa, Carol sintió otro peso colocándose sobre su espalda. ¡La odiaba! ¿Cómo te atrevía a ir a su casa? Era una maldita que no sabía con quién se estaba metiendo. Lola era una desgraciada que no merecía nada, al igual que su hijo. 

Corazón Principiante✔️Where stories live. Discover now