CapítuloNueve|Mente en descontrol|

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Noah no había terminado de ordenar su mente para lo que se le venía encima. Kara trabajaría para él y la vería todos los días sin excepción. ¿Era bueno eso? Claro que no. Debía de hacer algo para darle un paro a su mente y así lograr dejar de pensar tanto en ella. Era totalmente necesario. Mientras miraba como Kara se iba con Mary, no podía parar de pensar en lo mucho que deseaba ser indiferente, no sentirse atraído.

Ya en su oficina procedió a terminar unos pendientes para mantenerse lo más ocupado posible. Su propósito era no pensar en ella y, lo estaba logrando. Una hora después de haberse entretenido, tocaron tres veces seguidas a su puerta y eso sólo significaba que pudiera ser la persona encargada de investigar el paradero de ciertas personas.

—Jefe—Saludó entrando y cerrando la puerta detrás de él.

—¿Algo nuevo?—Preguntó recostándose en su escritorio.

—Hemos encontrado la localización exacta de uno de los dos hombres y ya lo tenemos en nuestras manos. Sin embargo, aún no encontramos el paradero exacto del segundo, aunque tenemos una pista que pensamos seguir.

—Excelente. ¿Hay algo sobre Annie?

—Sobre ella, al igual que el segundo sujeto tenemos una pista que pensamos seguir. Tenemos la certeza de que se encuentra en un pequeño pueblo a las afueras de la cuidad.

—Hagan todo lo posible por encontrarla y traerla a mí.

—Así será, jefe. Permiso.—Retrocedió y se fue cerrando la puerta detrás de él.

Eso había sido una noticia excelente. Al menos sabía que en poco tiempo podría devolverles a esos dos malnacidos lo que le hicieron a él hacía tantos años atrás. Su venganza estaba cerca y haría todo lo posible para que todo saliera a la perfección y así arruinarles la vida a esos dos.

Volvió a su escritorio y se recostó en la silla. Fue entonces cuando su vista se dirigió rápidamente hacia los cajones del escritorio y se tentó a abrir el cajón que contenía la carta que había llegado a sus manos hacía unos pocos años. Buscó su llavero e introdujo la llave correspondiente al cajón. Sacando un sobre, comenzó a jugar con el antes de abrirlo y ver nuevamente su contenido.

Quizá ya no le afectara tanto verlo, pensó erroneamente.

Error.

En cuanto abrió el sobre la rabia y la decepción comenzó a correr rápidamente por sus venas.

¿Por qué?

Se levantó de un salto y comenzó a caminar de un lado a otro sintiéndose enfermo. ¿Qué podía hacer ahora? Había sido un idiota al volver a ver el contenido de ese maldito sobre y ahora no tenía con qué desahogar toda su rabia interna que luchaba por salir. Normalmente la desahogaba practicando Artes Marciales o simplemente boxeando, pero ahora no tenía nada con lo qué desahogarse cerca de él. Inhaló y exháló repetidas veces, intentando calmarse porque no quería perder el control de sí mismo. Odiaba recordar su infancia, las risas de Esa mujer que disfrutaba haciéndolo sentir como un ser inferior a todos.

Al diablo.

Tomó su silla y la estrelló contra su escritorio. Rompiendo todo objeto delicado que había y regando por el suelo un montón de papeles importantes. Tomó nuevamente la silla y la azotó nuevamente causando un fuerte estruendo. Agarró por última vez la maltrecha silla lanzándola hacia la estantería. Los libros y uno que otro objeto decorativo cayeron al suelo, algunos, rompiéndose.

—¡Maldita sea!

Dejó caer su cuerpo al suelo. Tomó su cabeza entre sus manos y haló su cabello con fuerza intentando sacar esas imágenes de su cabeza. Pero, obviamente no funcionaba. El dolor físico no le hacía olvidar su dolor interno. De hecho, lo hacía más fuerte. Cerró sus ojos con fuerza y fue como si hubiera vuelto a ser ése niño indefenso al que todos maltrataban y nadie quería.

Corazón Principiante✔️Where stories live. Discover now