CapítuloDos|Inicio de una historia|

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Noah miraba a través del ventanal de su oficina. Comenzaba a anochecer, lo cual le causaba cierta nostalgia. No sabía el por qué, pero la noche nunca le había gustado. Ahora de adulto, le hacía recordar las noches cuando Esa mujer llegaba totalmente ebria y con poca ropa al pequeño cuarto que compartían con Annie y comenzaba a insultarlos.

Recordaba con mucha claridad las veces que tuvo que taparle los oídos a su hermana para que no escuchara los gritos y se concentrara solamente en él.

¿Annie estará bien?

Escuchó ruido fuera y sabía lo que pasaría. Mike entraría en cualquier momento pegando gritos. Y en definitiva, tres segundos después la puerta pegó contra la pared fuertemente causando un gran estruendo y alejando toda la calma que había.

Noah miró de arriba abajo a Mike y detalló su resplandeciente sonrisa. Se notaba lo feliz que estaba.

—¿Te dijo que sí?

—¡Sí, maldita sea, sí! ¡Y prepárate porque hoy salimos!

—¿Y ella está de acuerdo?

—Por supuesto. Ella fue la de la idea de esto. Ella también saldrá con sus amigas hoy por la noche. Así que no hay problema.

—¿Ah, sí? ¿Y a dónde iremos, Sr. Prometido?

—Todavía no lo sé, estaba esperando a que recomendaras algún lugar.

—¿Quienes irán?

—Lucas, Abel, Andrew, James y nosotros. Supongo que con eso estará bien, total, es mi primera de dos despedidas de soltero.

—Hace poco me recomendaron un club a las afueras de la ciudad que está comenzando a ser muy frecuentado, podríamos ir allí. Aunque quizá no sea de la mejor calidad, pero oí que dan buenos shows.

...

Kara observó su cuerpo reflejado en el espejo. En poco más de media hora tenía que ir saliendo hacia el club. Suspiró y se tiró en su pequeña cama. Se removió en ella y una idea vino a su mente ¿Y si volvía a probar suerte hoy? Marcus no trabajaba y no tendría sus ojos puestos en ella toda la noche como solía ocurrir siempre que ambos estaban allí. Levantó la vista hacia la puerta y se aseguró de que nadie la estuviera viendo, puesto que le habían quitado la cerradura a la puerta y apenas podía cerrarla.

La privacidad, o al menos su privacidad no era lo menos respetado en esa casa.

Se agachó y metió la mano dentro del desgastado colchón buscando la media en la que tenía todo el dinero que había logrado reunir esos dos últimos años. Tendría suficiente para un mes, poco más. Cuando lo tuvo entre sus manos lo guardó rápidamente entre sus pantalones anchos y se aseguró de que no fueran visibles a simple vista. No podía darse el lujo de tomarse su tiempo cuando era tan vigilada por Marcus.

El miedo que le tenía a los hombres había comenzado gracias a él, y el miedo empeoró cuando la encontró por primera vez intentando huir. La paliza que había recibido ese día la hizo darse cuenta que nunca podría confiarse de nadie, siempre debía de estar alerta ante ellos y no dejarles ver el miedo que sentía. Odiaba profundamente que se le acercaran y mucho más que la tocaran. ¿Pero qué podía hacer? En el trabajo que le había conseguido su madre el traje que usaba y las cosas que debía hacer, era suficiente razón para incitar al sexo masculino a tocarla cuando no era deseado.

La puerta se abrió de repente y mostró a un despreocupado Marcus comiendo una manzana verde. La miraba fijamente con una expresión seria. Kara tragó saliva nerviosa con la idea de que él la había visto guardándose el dinero en el pantalón. Sólo podía imaginarse lo que le esperaba.

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