"CAPITULO 1"

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Lena

—¡Exijo hablar con mi padre! —sacudí la reja— ¡Exijo hablar con el rey!

Nadie había venido en días. Nadie se atrevió a darme una explicación justa sobre lo que pasaba. Pero no parecían estar preocupados, puesto que celebraron el año nuevo sin medida. Desde aquí, escuché los gritos de felicidad, la música y los fuegos artificiales.

Un fuerte golpe hizo que me apartara de la reja. Era dos de los guardias que vigilaban estas celdas. Me miraron enfurecidos y por puro instinto tuve que callarme.

—Cierra la boca —gruñó uno de ellos—, o te daré un motivo para que grites.

—¿Cómo te atreves a hablarme así?

Podía estar aquí encerrada, podía estar acusada de traición pero aún era una princesa, aún estaba por encima de estos imbéciles.

—Es el trato que te mereces —respondió el otro como si nada—, por fin estas en el lugar que perteneces, en el que tuvieron que haberte puesto desde aquel día en la plaza.

Sus palabras destilaban odio puro, casi podía sentirlo como una bofetada en mi cara.

—La gente está feliz por esto —siguió—, la gente de todo Caudentry esta feliz porque al fin pagarás todo el daño que causaste.

—Cuando salga de aquí —me acerqué a los barrotes—, y todo esté aclarado, serán a los primeros que ejecute, ténganlo por seguro.

Ambos se miraron y soltaron una carcajada. ¿Tan seguros estaban de mi culpabilidad? Ya veríamos en unos días, quién podía reír mejor.

—Puede que se haya convertido en la hija legítima de los reyes, puede que haya demostrado que era buena y bondadosa, pero nadie olvidó ni olvidarán toda la sangre que derramó mientras estaba a cargo del ejército, jamás.

Dicho esto, ambos se marcharon de ahí, dejándome una mirada asesina y miles de recuerdos que había tratado de olvidar. Esa era otra Lena, una muy diferente a la que era ahora. Aquí, con esta familia, en este palacio, había podido hacer una vida, había conseguido estar con el amor de mi vida sin ningún impedimento. Y ahora, parecía estarlo perdiendo todo.

Me dolía admitirlo, pero todo este tiempo, era plenamente consiente de que la gente no olvidaba mi origen, mi crianza. No se olvidaban de que con tan solo quince años, Iván y Lucinda habían dejado en mis manos a uno de los más grandes ejércitos de todo Caudentry. Mi gloria y la de mi familia se vio bañada en sangre de todos aquellos a los que llegué a invadir, a someter y asesinar sin piedad alguna.

Pero estaba segura de que nadie entendería mis razones. Habían destrozado mi alma y mi corazón por completo por aquellos años. Odiaba a la familia Vasilith a pesar de siempre haber sentido una conexión muy rara hacia ellos. Una conexión inexplicable. Me hicieron creer que el amor era algo horrible, algo prohibido y que aparentemente, alguien como yo no lo merecía, al menos no de la persona que yo creía indicada.

Aún recordaba aquel día en el bosque con perfecta claridad. Quería estar sola para entrenar un poco sin que Lucinda o los maestros me dijeran qué hacer ni cómo. Fue entonces cuando lo vi entre los arbustos, observando mis movimientos con mucho cuidado. Recordaba haberle lanzado una flecha pero Robert la esquivó con tanta rapidez que me había dejado sorprendida. Sabía quién era, quiénes eran sus padres y sabía que no debía acercarme a él. Tenía que largarme de ahí y no tener ningún tipo de contacto. Pero al igual que con todos los demás, Alexia, Cedric, Tatiana e incluso Peter, me fue imposible. Tenía curiosidad por pasar el tiempo con alguien que no fuera de la corte, por personas que no fueran los hijos de los sirvientes.
Y Robert resultó ser ese alguien. Con aquella sonrisa encantadora, ese ingenio tan extraño y esos ojos azules llenos de bondad y sinceridad. Resultó ser la persona que atraparía mi corazón sin dificultad alguna y lograría tenerlo en sus manos por el resto de nuestras vidas. Aunque ahora ya no estaba tan segura de eso pues de unos meses para acá parecía que estaba en busca de un nuevo corazón y uno que yo conocía muy bien.

Me senté en la asquerosa cama de nuevo pues no podía permanecer de pie durante un largo tiempo. Revisé la venda en mi pierna. No la había cambiado desde aquella noche y su aspecto no era el mejor de todos. Tenía que salir de aquí o moriría de la maldita desesperación.

Este calabozo era horrible. Escuchaba sollozos. No era la única atrapada en esta torre. Varios soldados de los Hathaway que decidieron entregarse, ahora estaban aquí, esperando su destino, cruel o no. Y me aterraba la idea de que mi destino fuera a ser incluso peor que el de todas estas personas.

Las palabras de los estúpidos soldados seguían muy presentes en mi cabeza. La gente no olvidaba, lo sabía, porque yo era de ese tipo de personas que jamás olvidaban las ofensas o las heridas. Pero en estos momentos me aterraba la idea de que ni mis propios padres se hubieran olvidado de todo aquello o los demás miembros del Consejo. Durante años, me dediqué a destruir miles de aldeas, causando desastres descomunales a muchos territorios de las demás familias, no sólo los Vasilith. Y cuando regresé, cuando mi padre les reveló la verdad, jamás pensé, ni por un segundo que todos habían olvidado. No les quedó de otra más que aceptar las condiciones que Adrián había impuesto, al igual que lo había hecho con Alexia meses atrás.
Yo era Eleanor Vasilith, su hija, les gustara o no.

—Tienes que calmarte —me repetí por milésima vez—, tienes que calmarte.

Mi propia voz, mi propio consuelo, era lo único que me mantenía en pie. Tenía que estar calmada, tranquila y debía confiar en que todo esto era una broma de mal gusto. Ni siquiera me preocupaba por los niños pues aunque me doliera admitirlo estaban en buenas manos. Podían estarme acusando de mil cosas pero Adrián amaba a mis hijos y Robert jamás permitiría que les pusieran una mano encima.

Quería borrar de mi mente la carita asustada de Luvia al ver como me ponían las esposas y me sacaban del comedor sin que nadie dijera nada. No pude decirle que todo estaría bien, que nada le pasaría a su mamá. Y sabía que no estábamos en buenos términos, pero fue un alivio ver que Alexia se acercaba a ella y la tomaba en sus brazos.

Usurpar el lugar de Eleanor Vasilith. Las palabras que Carl había dicho, bueno, eran la cosa más estúpida que había escuchado en meses. ¿Por qué armar todo ese teatro hasta ahora? Pudieron hacerlo en el momento en que me quedé en el palacio. Pero Adrián había confiado en las palabras de Iván, y al igual que yo, estaba segura de que también sentía aquella conexión.

Miré por la ventana. El sol comenzaba a ocultarse y eso sólo me alteraba más. La torre estaba protegida por un escudo y no podía usar magia, ni siquiera podía crear un poco de fuego para darme luz o calor. Lo único que me quedaba era tratar de dormir y esperar que el sol llegara de nuevo y con el, noticias que me dieran un poco más de esperanza. Tenía que probar a como diera lugar mi inocencia porque ya tenia más o menos la idea de quien ocuparía mi lugar si eso no pasaba.

Mi querida hermana Dashia.


¡Hola!
¿Qué les pareció este capitulo?
Poco a poco iremos teniendo más detalles de la vida de Lena antes de que las cosas se le complicaran tanto 💔

Y les confieso que escribir desde la perspectiva de esta mujercita me costó mucho 😂

Así que si les gustó, denle amor ❤

"El Elemento Perdido #4: Aire" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora