"CAPITULO 18"

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Lena

Quiero que te cases conmigo.

Estás loco reí.

Robert se levantó del suelo y tomó mi mano. Este era nuestro cuarto mes juntos y seguíamos viéndonos a escondidas cada tarde en este prado.

Sí, estoy loco, pero por ti, por tenerte a mi lado y no separarnos.

Me dio un tierno beso. ¿Podría casarme con él? Aún eramos muy jóvenes y escuchar la palabra "matrimonio" podía llegar a ser un poco aterrador. Mis padres acaban de confiarme un puesto muy importante en las tropas. La primera mujer en dirigirlos, no muchos estaban de acuerdo, pero eran ordenes de los reyes.

Hablaré con tus padres, con los míos y arreglaremos todo, te prometo que estaremos juntos para siempre.

...

Me desperté de golpe. Un dolor inmenso apareció en mi vientre.

—Maldita sea.

Solo eran sueños. Era lo único que me quedaba ahora. Todo lo que había vivido con Robert ya no era más que un simple recuerdo en mi memoria. Aparté las sábanas y levanté mi camisón. Un nuevo hematoma había aparecido y eso me aterraba aunque no lo pareciera. Vanessa dijo que Robert se había ido y que traería a mis niños de vuelta. Pero nadie me aseguraba que los vería. Los extrañaba tanto. Podía apostar que con solo verlos unos cuantos minutos, toda el temor y la intranquilidad que me encargaban se irían.

La puerta se abrió de golpe y una pequeña figura entró corriendo y llegó a mis brazos de golpe. Mis ojos no lo creían.

—¡Mami!

El dolor me importó una mierda. Rodeé a Luvia con toda la fuerza que salió de mi. Quería asegurarme de no estar soñando. Inhale el aroma de su cabello y acaricié sus brazos. 

Sí era ella, era mi niña. Mi Luvia. 

—No puedo creer que estés aquí —murmuré—, te he extrañado tanto cariño.

—Nosotros también te hemos extrañado mami —respondió—, mucho, mucho.

Dios. Sonaba tan distinta. Era como sí no la hubiera visto en años. No pude controlar las lágrimas que rodaron por mis mejillas. Los sentimientos que revoloteaban dentro de mí eran indescriptibles. Levanté la mirada un segundo y vi a una figura parada cerca de la cama. Era Robert y tenía a Edward en sus brazos. Apenas y podía creer lo enorme que estaba. Sus mejillas regordetas y esos brillantes ojos azules iguales a los de su padre.

—Creí que ya era momento de que volvieran a casa, con nosotros —dijo Robert.

Luvia se apartó un momento dando espacio para que su padre me entregara a su hermanito. Por unos cuantos segundos, el temor se apoderó de mí, pues Edward se rehusó a ir conmigo pero fue como sí me analizara cuidadosamente hasta que supo quién era yo. Lo cargué con mucho cuidado. Robert nos observaba con atención. Parecía no estar seguro de dejarlos a solas conmigo.

—Edward también te extraña mamá —Luvia tomó su manita—. ¿Cuando volveremos a estar juntos?

Miré a Robert. ¿Que debía decirle? Y me seguía sorprendiendo escuchar su voz. Hablaba tan claro y preciso, como si fuera una niña mayor. Adrián decía que ella era un caso especial, que el tener la sangre de ambas familias la llenó de dones. Fue por eso que él se encargó de enseñarle todo lo que pudo. No me imaginaba cómo sería cuando tuviera seis o diez años. Y eso era lo peor. Que tal vez, sólo tal vez, no llegaría a verla.

"El Elemento Perdido #4: Aire" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Where stories live. Discover now