¡Cuatro!: padres no tan cariñosos y encuentros que revolotean corazones.

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YoonGi reacomodó la tira de su mochila sobre su hombro antes de salir de casa, esa mañana había empezado muy fría como era típica de la capital de corea del sur y lo hizo desear sólo un poco más los meses de calor en verano. Colocó su bufanda negra sobre su nariz y abrió la puerta, entrecerrando sus ojos cuando el frío aire de la mañana chocó contra su rostro, aunque no tenía sentido que hiciera tanto frío, no estaban ni cerca de invierno. Pero bueno, así de loco era Seúl.

—Mamá, hoy llegaré tarde a casa —avisó antes de poner un pie afuera.

—¿Disculpa? —cuestionó la beta, mirándolo con sus cejas fruncidas mientras se cruzaba de brazos. YoonGi ya estaba en la calle abrazándose así mismo por el frío—. Tú no estás en ningún club escolar para llegar tarde, y hoy no te toca entrenamiento.

—Ya te lo dije ayer... —murmuró sin ganas de repetirlo de nuevo, la mujer volvió más dura su expresión.

—Ah, ¿es tu castigo, no? —él asintió dando unos cuantos brinquitos en su sitio, no estaba emocionado por irse al instituto pero sí lo estaba por dejar de ver esa mueca en el rostro de su madre—. Bien, anda. Que no te castiguen de nuevo, yo no estoy pagando para que pases horas extra limpiando, sino para que estudies —cerró la puerta de la casa con más fuerza de la necesaria.

El alfa se sacudió en su sitio mientras bufaba, movió sus manos sobre sus brazos para quitarse el frío e inició su camino sin más distracciones. Reproducía su lista de música dentro su cabeza ya que uno de sus castigos que impuso su progenitora fue no tener el celular o sus audífonos en horas de clase y YoonGi extrañó como nunca sus preciados objetos. Su madre era demandante, pero Min estaba agradecido que eso fuera lo único que usó como castigo, él más que nadie conocía la creatividad de la mujer.

Cuando llegó a la entrada del instituto miró las cabezas de las personas alguna cabellera peli-rosa y se acercó sonriendo cuando encontró a NamJoon. Él omega llevaba encima una bufada azul celeste y un gran suéter gris claro de tela gruesa que, gracias a la otra camisa que llevaba debajo, lucía calientito y abrazable.

—Deja de mirarme como si fuera un peluche —fue lo primero que le dijo.

—Yo no dije nada —se defendió.

—¡Me estoy congelando~! —ambos se giraron para ver a HoSeok llegar. La bufanda verde que cargaba consigo en vez de ir enrollada en su cuello estaba amarrada alrededor de su cara con un nudo en la cabeza, cubriendo sus orejas. Su nariz estaba escondida en la tela delgada de un tapabocas que cuando se lo quitó, dejó a la vista la enrojecida zona por el frío.

El alfa se carcajeó cuando lo vio y HoSeok le respondió con un puchero

—No te estarías congelando si usaras bien tu bufanda —le dijo NamJoon mientras los tres caminaban hacia el interior del lugar, el beta frotó sus manos y sopló aire caliente sobre ellas—. Es un consejo.

—Se me estaban congelando las orejas y no encontré mis orejeras, tenía que ser creativo —comentó con su boca echa un pico, volvió a frotar sus manos y miró de pies a cabeza al omega—. Luces abrazable, por cierto —picó su costilla, NamJoon se retorció un poco y le dio un manotazo no tan fuerte.

—Ninguno me toque —los miró mal como amenaza, sus mejillas rojas.

—Cambiando de tema, YoonGi, ¿qué te dijo tu mamá? —ahora miró al alfa, este se encogió de hombros como si el regaño del otro día no hubiera sido la gran cosa.

—Como llegué mucho después de la hora, gracias por eso —ambos sonrieron por el sarcasmo—, me dijo muchas cosas sobre que nunca le avisaba lo que hacía, que me estaba transformando en un rebelde y no sé qué más. Luego me reclamó por el desastre de la cafetería y me acusó de busca problemas.

De persecuciones y hermanos celosos ✧ ym ➺ omegaverseWhere stories live. Discover now