¡Cinco!: omegas presionados y alfas encantadores.

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NamJoon se levantó de su silla frente a su escritorio con una cara completa de sueño y aburrimiento; las matemáticas eran molestas cuando estabas cansado pero no es como si tuviera algo más que hacer a parte de la tarea que le mandaban los molestos profesores. Salió de su habitación hacia la cocina, tenía hambre y cuando se dio cuenta que no había nada servido se planteó seriamente la idea de matarse ahí mismo. 

Suspiró dándose cuenta de que si lo hacía entonces mancharía la cocina y como último recurso sacó unos huevos, sería un omelette entonces.

Encendió la cocina con precaución y luego empezó a batir los cuatro huevos que tomó dentro de un bol, picó un par de vegetales para hacer más abundante la comida y finalmente lo sirvió todo sobre la sartén. Hace alrededor de tres años se habría quemado o hecho un desastre sin siquiera prender la cocina, pero HoSeok le había enseñado muy bien el arte de cocinar para no morir de hambre.

Lanzó otro bostezo y miró el reloj que reposaba en una de las paredes de la sala, eran las seis y media de la tarde y estaba cansado, no era nada nuevo, podría tomar una siesta luego de comer y nuevamente se levantaría a terminar sus deberes. Odiaba cuando sus tareas se acumulaban y estaba de más decir que las personas que se arrastraban en los últimos días de clase pidiendo notas sólo lo hacían perder mucho más la fe en la juventud, no los terminaba de entender en realidad.

Mientras se peguntaba mentalmente si su pálido amigo había terminado su castigo por ese día, escuchó una puerta abrirse y cerrarse. No se movió de su lugar sin embargo, estaba mirando fijamente su comida y de hecho no es como estuviese emocionado de verle la cara a la persona que sabía que había salido también de su cuarto.

—¿Qué estás haciendo? —peguntó el hombre.

—Comida —respondió toscamente.

—¿Sí? —se rió—. ¿Desde hace cuánto sabes cocinar?

El omega frunció sus cejas ante el tono engreído y demandante del tipo y no contestó. Siguió en lo suyo, esperando que el contrario entendiera la indirecta y se largara de una buena vez.

—Te hice una pregunta, NamJoon.

Apretó el mango de la sartén y miró fijamente el omelette cocinarse, no iba a contestarle. No quería y él tenía que entenderlo, no era tan jodidamente difícil.

Te hice una pregunta, omega.

Su cuerpo tembló y cerró fuertemente los ojos, su lobo estaba asustado y con ganas de someterse al alfa que le ordenaba, pero su lado humano impuso resistencia, como siempre. No iba a ser intimidado por ese imbécil. Aun así, siendo parte de su naturaleza, NamJoon no podía evitar los ligeros temblores por desobedecer una orden, estaba acostumbrado a eso sin embargo.

Por un segundo pensó que el alfa se acercaría a hacerle algo por su clara muestra de "desobediencia", pero nada ocurrió.

—Que omega tan inútil e irrespetuoso eres, maldición —se escuchó un gruñido luego de los segundos—. ¿Por qué tu madre no te ha llevado a una correccional? Inútiles los dos... —murmuró con fastidio y caminó por la cocina hasta la sala.

El chico tragó seco sin apartar su mirada de la sartén y cuando escuchó la puerta principal cerrarse se permitió soltar el aire acumulado. Rápidamente apagó la cocina y pasó su mano libre por encima de sus ojos, retirando las lágrimas que se le habían escapado. Estaba molesto consigo mismo, odiaba ponerse así cuando algún alfa imbécil usaba su ridícula voz de mando en su contra, ¿qué se creían? Eso era abuso, pero claro, no podía quejarse porque "... naciste omega, aguanta".

Si por el fuese, se volvería un beta. Simple, sin preocupaciones. Ellos tenían la jodida vida resuelta. No necesitaban ni alfas ni omegas, nadie esperaba nada de ellos y podían hacer lo que quisieran. Era malditamente injusto.

De persecuciones y hermanos celosos ✧ ym ➺ omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora