CAPÍTULO 9 - El profesor le llamaban

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Aitana

Eran más de las dos de la madrugada cuando nuestras risas inundaban el salón. De vez en cuando rodaba los ojos cuando Roi contaba algún chiste e incluso lloraba por la gracia de estos. Poco me importaba que mañana tuviese clase, sería a mediodía y podría dormir.

Ana con su acento canario contando cualquier tontería a causa de un par de copas que llevaba de más y Cepeda se limitaba a asentir ante las cosas que soltaba su amiga a la vez sonreía tímidamente.

-Ana deja de pensar en esa tía- Recomendaba un Roi con tono burlesco.

-No puedo, joder. Es lo más- Parecía hacer gestos con las manos, como si quisiera apretarla entre ellas- Es alucinante lo que puedo llegar a sentir cuando la veo.

-¡Qué mona!

-Aitana, podrías ayudame- Se aventura a decir.

-¿Yo? Yo no sé de esas cosas.

-Si que sabes- Replicó- ¿ Tú no tienes nada que contar?

Maldigo por unos segundos las cervezas que han hecho hablar a Ana. No iba a compartir en esa tertulia mis experiencias amorosas.

-No hay nada que contar.

-¿Y ese tal Héctor? - La sonrisa pícara de Ana la delataba, estaba deseosa de información.

-¿El chico de la otra noche?- El que faltaba, pensé. Fue Cepeda el que mostró su interés en el asunto. Me limité a asentir con la cabeza y a guardar la expresión de mi cara intentando camuflarme entre mi pelo. No quería responder a tal pregunta, no iba a decir que estaba necesitada, que me acerqué al primer interesado en mí y que luego no conservo ni su número. Un poco de vergüenza si que me daba.

La conversación quedó ahí y pasaron a otra menos interesante para mis oídos. Me hice un ovillo en el sofá y me limité a escucharles de fondo. Roi se acercó a dejar un beso en mi mejilla y me deseó las buenas noches. Sin embargo Cepeda fue mas... ¿ borde ?

-Nos vemos mañana, Aitana.

¿Mañana? Cualquiera diría que vive aquí, por eso y porque con total confianza se fue de la casa con un portazo final, costumbre más que enfado.

(*)

Piqué en el metro y esperé a que mi tren hiciese acto de presencia para subirme. Costaba respirar dentro de él, gente agobiada, el pelotón... Al fin y al cabo la hora punta. Vislumbré un sitio libre y fui a la caza, llegué antes de que alguien lo ocupara.

A la salida, cuando me escabullía de aquella cabina, alguien dio un cachetazo sobre mi trasero. Giré mi cabeza para observar al autor de los hechos y mirarle con desprecio, asco. Se limitó a sonreír de manera victoriosa cuando las puertas se cerraron e impidieron que mi mano se estampase contra su cara.

Caminaba furiosa por los pasillos de la facultad, tropezándome con algún que otro escalón, con la gente en general. Una de esas personas fue Amaia, quien me notó abrumada y agarró mi brazo.

-¿Qué te pasa?- Se limitó a observar con lupa mi ritmo cardiaco, mi respiración agitada.

-N-Nada... Mejor olvidarlo. ¿ Entramos a clase ?

-No me apetece nada tía... - Amaia resopla y esconde un mechón de pelo tras su oreja.

-Ni a mí, creo que este curso va a ser una pesadila.

-Yo soy capaz de volverme a Pamplona, qué diseño ni qué diseño...

Reímos por un buen rato, nos miramos cuando la clase era un aburrimiento y hablamos como posesas en el descanso de cinco minutos que nos llevaría a la última clase del día. La de las ocho de la tarde, la interminable, la insoportable.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now