CAPÍTULO 21 - Promesas

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Cepeda
Crees que conoces a una persona hasta que te detienes frente al letrero de Starbucks y no sabes a qué invitarle. Me ha pasado a esto de las nueve de la mañana. Los gustos de Aitana son peculiares y no ha podido dar con alguien peor que yo para algo así.

Me planto en la puerta de su casa, pero ni ella ni Ana me abren. El terremoto de Marta ya se encarga.
"Menos mal que he traído café para todos", pienso.

– Luis... Qué sorpresa.– Utilizaba un tono irónico todo el rato.

– Bueno... ¿ Aitana no te lo ha dicho ? ¿ Os he pillado mal...? Vengo en otro momento.

– No, no... Allí la tienes.– Señala su puerta y sonríe de forma malévola. Agarra mi pechera de imprevisto, joder con los humos.– Le haces daño a mi amiga y te corto la... ¿ Entiendes ?

Podía comprobar por dónde iban los tiros. Vale que me avise, pero que me suelte. Estoy nervioso ya de por sí solo.

– Marta en serio te digo que no... No voy a hacer nada que...

Milagrosamente suelta mi camiseta y sonríe. Será bipolar y me entero ahora. Siento un gran alivio, un arrebato ha sido, sólo eso.

– Me gustas para ella, no nos decepciones.

Levanto las manos en señal de derrota, sujetando todavía el cartón donde traigo el desayuno. Marta al verlo se abalanza sobre mí.

– ¿ Que nos has traído el desayuno de verdad ? – Chilla emocionada. Es bipolar a un nivel extremo. ¿ No estaba amenazándome ? – Joder que Aitana tenía razón.

Pero Marta pilla el cartón con su nombre y se dirige al salón. Obvia mi interés por saber qué decía Aitana.

– Por cierto – frena en seco – si hacéis algo sed silenciosos. No tengo ganas de escuchar como... – hace una pausa y un mohín – Ya me entiendes.

La miro incrédulo. Le falta filtro.
Me encamino hacia la habitación con pasos suaves, sé que está dormida. Cuando entro la imagen no puede enternecerme más. Me falta babear.
Su flequillo rizado, sus pestañas acariciando sus ojeras, sus piernas y sus brazos abrazados a la almohada... Posiblemente lo más dulce que haya visto de ella. Transmite paz así.
Pero cuando me siento en la cama y esta cruje Aitana abre los ojos de par en par y sonríe. Estira su mano y atrapa mi barbilla.

– ¿ Qué haces aquí ? – Su voz mañanera es fantasía para mis oídos. Seductora y dulce a la vez.

– Tu desayuno.– Señalo con la mirada la mesilla de noche, donde hace unos minutos lo he dejado.

Se incorpora en la cama, mira a su alrededor y cuando encuentra el vaso con su nombre me mira incrédula. Ahoga un grito y ríe en sustitución de este lanzándose a mí. Besa mi mejilla varias veces y después de enredar mis manos en su pelo se decide con mis labios.

– Ayer lo dije en broma, no hacía falta.

Pero obvio sus palabras porque dudo que la esté escuchando ahora mismo. El movimiento de sus labios me embelesa y sólo los miro. Relamo los míos antes de agarrar su nuca y volver a colisionar.
Mis manos se cuelan debajo de su camiseta de pijama y sonrío contra sus dientes cuando, una vez más, compruebo la suavidad de su piel.
Ella está ocupada con la guerra que nuestras bocas inician e incluso, cuando se acostumbra, se toma el atrevimiento de hacerme salivar.

– Caprichosa.– Cuando tira de mi labio inferior con sus dientes. La he dejado explorarme a su antojo.
Ríe ante la acusación y vuelve a hacerlo.

– Eres tonto.

Un beso que no salga de aquí, una caricia traviesa por allá. Que si tomo un sorbo de tu café y tú te haces la ofendida. Que luego preparas la venganza y muerdes mi labio. Un desayuno así, promesas de uno igual.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now