CAPÍTULO 55 - Rechazo

3.2K 125 98
                                    

Aitana
Las líneas se difuminan, las rimas ya no cuentan sus medidas, y la vida desordena el orden de estas mismas. La vida se pierde, se desgasta con el tiempo que él propio se roba. Y, como consecuencia, hay vidas que no salen adelante. Unas no llegan a atisbar más allá del útero materno, otras observan las ajenas desde una ventana, en ocasiones asomándose a un pequeño agujero.

Mis ojos entrecerrados ya se extrañan por la luz que se introduce en la habitación y por un momento plantean cerrarse de nuevo, al menos intentarlo. Pero si hay algo que no soportan es estar engañados, no después de las últimas horas, no con una venda sobre ellos.

Pero tampoco quieren conocer de más, no quisieron esta última noche rodeada de focos y caras desconocidas ocultas a través de mascarillas. No quieren conocer de más pero tampoco saber de menos. Tan sólo esperan a que la realidad no supere cualquier ficción, y de las enrevesadas.

La realidad escuece cuando implica que la otra persona se sitúe abatida sobre parte del colchón de tu cama y que sus rizos caigan sobre el lateral de esta. La realidad escuece cuando el Luis de antaño y la Aitana de hace meses, fuera Camboya o territorio español, hubiesen sido capaces de soportarlo como él hace ahora, velar el sueño del contrario.

No ha librado ninguna guerra, ni ha combatido en ninguna batalla, pero tampoco observó un partido de baloncesto de los que tanto le entretienen. Aunque mis patadas acompañadas de sollozos y manotazos empleados con toda mi fuerza del momento se asemejasen bastante a los bruscos movimientos de sus jugadores favoritos. Esos que luchan por conseguir su victoria al igual que yo traté de recuperar lo que era mío.

Sus dedos se posan sobre mi antebrazo y su cabeza cae sobre el suyo propio, de nuevo compartiendo colchón pero ninguno en el pecho del otro denominado hasta el momento como refugio del ajeno.

El nervio de sus párpados hace que estos tiemblen, pero aún me brindan la oportunidad de seguir otorgando el silencio que vela su sueño, el que no parece más antiguo de un par de horas.

Sus labios entreabiertos ya se encargan de brindarme la paz que necesito expulsando entre estos los pequeños ronquidos que acompañan a su sueño.

No quiero conocer demasiado a parte de si alguna enfermedad radical me transportará a otro lugar en unas horas, pero eso no significa que no quiera saber la posición que ocupan las agujas del reloj que decora su muñeca. La que agarro orientándola en mi dirección, provocando un profundo suspiro que podría significar el fin de su paz.

Se remueve inquieto y sus labios chocan con las sábanas blancas cuando, en un intento de alcanzar las gafas que me darán la visibilidad a la hora de su muñeca, mi cuerpo se incorpora sobre el suyo para atrapar la funda que se mantiene sobre la mesilla de madera.

Luis abre sus ojos inquieto, busca y agarra mi codo, y me impide salir de la cama en busca de las lentes que creía tener cerca pero que suponen e imponen el reto de alcanzarlas, pues se encuentran finalmente al otro lado de la habitación.

– Aquí quieta, fiera – tan sólo pronuncia entre susurros. Mis manos sobre su muñeca izquierda le hacen reaccionar – Las siete y veintitrés.

Pero lo cierto es que con tal afirmación no quedo tranquila. Lo recuerdo y apenas han pasado horas desde la salida de ese quirófano en el que, las agujas, el instrumental médico y las costuras que estos trataban de cerrar, me habían borrado la sonrisa. Los hoyuelos a ambos lados de mis labios.

Él trata de abrir los ojos que luchan por cerrarse y, pese a la oscuridad que otorgan los primeros rayos de luz, puedo observar un mohín triste que realiza con su boca, cargado de compasión, pena.

Termina por deshacerse de sus rizos, los mañaneros, los que no sobreviven por mucho tiempo en el día, y avanza hasta la persiana más cercana pensando que es buena idea dejar pasar un nuevo día cargado de luminosidad y aire fresco a la vez que reconfortante a esta habitación tan triste, tan fría, tan gris.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now