CAPÍTULO 59 - Hada verde

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Aitana
Enamorarse es una de las experiencias más bonitas que podemos experimentar. Ver a la persona y sentir esas mariposas en el estómago, escuchar la voz de él cerca de mi nuca y que la piel de mi cuello se erice; esa constante felicidad con tan sólo pensarlo, imaginarlo cerca, qué más da si enredados de pies y manos. El sentir que eso que se remueve por dentro es algo único que todos, de una forma u otra, merecemos vivir o experimentar alguna vez en nuestra vida.

Lamentablemente, el enamoramiento tan sólo dura cuatro meses, quizás cinco consultando varios experimentos médicos que lo comprueben. Se esfuma para darle paso al amor real acompañado de una rutina y una realidad que nos hace perder la esperanza de que se prolongue ese momento unos segundos más. Esa persona perfecta de la que nos enamoramos, ahora tiene sus defectos. Quizás, en ocasiones, nos acostumbramos a su compañía y dejamos de disfrutar y sorprendernos con los buenos momentos.

Por eso confesar el miedo atroz que me produce -nos produce- que un día, tal vez, todo lo que ahora tenemos se vuelva tan normal que pierda el interés en ello. Que ya no sienta esa felicidad al verme, que ya no disfrute de mi compañía como antes, que mis abrazos y mis besos no le hagan sentir nada; que esté a mi lado sólo por estar, sólo por costumbre o comodidad.

Quiero prepararle el café a media tarde para que lo disfrute mientras lee su libro favorito y, aunque me ruborice, que lo haga con las cejas alzadas y sus pupilas sobre la lectura, observándome inquisitivo. Me encanta que me haga el desayuno, que me acaricie cuando le miro, que me abrace por la espalda dejando un par de acordes en ella cuando vamos por la calle. Me gusta que me tome la mano y la bese por sorpresa, aunque sepa que detesto actos de caballerosidad como ese.

Quiero que hagamos -nosotros- pequeños sacrificios que nos recompensen con pasar más tiempo juntos. Me encanta desayunar con él, aunque, a veces a cierta hora de la mañana no le de hambre. Quiero que me acompañe cuando salga con mis amigas, claro, de vez en cuando; y quiero que me lleve con sus amigos cuando salgan de fiesta. Empalmar la noche y el día de la mano de los nuestros, sujetando a una Marta ebria y soportando a un Roi aborrecido en gracia.

Prometo todos los días decirle lo guapo que es, lo mucho que me encanta su sonrisa, sus rizos mañaneros, su mirada y su voz susurrada, que también cantada. Quiero que siga volviéndose loco cada que me vea en ropa interior, aunque ya conozca mi cuerpo como a la palma de su mano. Sin contar que seguiré ruborizándome como el primer día y, en ocasiones, tapando mi pecho con cualquier trapo que encuentre a mano.

Quiero escuchar un 'buenas noches' y 'buenos días' de su boca cada día, quiero que me abrace sin motivo aparente y que me sorprenda con citas románticas sin ser un día especial. Olvidando nuestro aniversario si hay un precio a pagar.

Que siga sorprendiéndose cada vez que me vea, que siga excitándose cada vez que me toque. Y a la inversa.

Que siga enamorándose como la primera vez que me vio. Y viceversa.

Que nunca pase para él desapercibido mi nuevo vestido, mi cambio de look, outfit, o, lo que medianamente entiende; conjunto. Que susurre en mi oído el destrozo que planea con el nuevo color de mi labial.

Que me haga sentir única y especial cada día. Que me haga reír con sus malos chistes. Que me de un beso cuando me quede mirándole con ojos de amor y una sonrisa bobalicona en mi rostro, que posteriormente discutamos sobre la supuesta falsedad que pretendo demostrar que son mis ojos.

Que no cambie, que no modifiques su manera de ser, que no deje de ser él, que no pierda su esencia, pues es lo que me enamoró. Que no deje que esto se convierta en rutina. Que el día que deje de sentirse afortunado de estar a mi lado, entonces ya nada tendrá sentido. Tampoco quiero que me pase a mí. Quiero mirarle y sentirme la persona con más suerte del mundo por tenerle a mi lado.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora