CAPÍTULO 12 - Tú y yo, nada

4.2K 96 5
                                    




Cepeda

Hace unos meses realizaba el mismo trayecto en coche. Las ruedas conocían el camino, camino que se hacía sí o sí, fueran las tres de la madrugada o las siete de la mañana. Nunca faltaba a las sesiones de Ivonne.

Empezamos con las curas de una paliza bien merecida, es lo que tiene jugar con mafias. Continuamos con un café a medias en el centro de Madrid y terminamos con al menos tres polvos las noches siguientes. Esa es la historia de cómo conoces a alguien y le debes la vida, porque si no fuera por su auxilio en su momento, dudo que estuviera recordando esto.

Picaba al timbre cuando recordaba nuestra primera noche, puede que al pensarlo así me haya quedado romántico... Fue todo lo contrario, no hubo sentimientos de por medio, pero sí ganas, muchas ganas de rozar piel ajena y que estas hicieran movimientos de fricción. Poco a poco me había ganado, el roce hace el cariño. Pero nada serio, porque a mis treinta he experimentado alguna que otra vez eso del amor y es una mierda. Mejor andar con los pies descalzos, hasta que me clave el cristal y tenga que comprometerme a utilizar algo parecido a un zapato de suela.

-¿Te vas a quedar ahí toda la noche?- Cuestiona todo lo seria que puede para después reírse.- Por eso te he llamado.

-¿Hace frío?

Arruga mi camiseta entre sus dedos, agarra mi pechera y me orienta hacia el sofá mordiendo el lóbulo de mi oreja. Y es que no, con ella no hacía frío. Porque con ella jugabas hasta que acababas carbonizado en su cama a la mañana siguiente, en el caso que decidiéramos compartir lecho para algo más. Siempre lo miramos así, compartir sueño era más íntimo que compartir un polvo, sin más.

Decidió que lo más oportuno en el momento era trepar hasta que sus piernas atrapasen mi cintura, un koala, pensé.
Decidió que lo mejor sería caldear el ambiente con lencería de encaje por su parte, pero fue un error, poco le duraría puesta.

Aterrizamos en el sofá, yo sentado, ella sobre mí moviendo su cadera de forma rítmica, seguida e intensa. Provocándome, dispuesta descubrir cual sería mi próximo movimiento.
Bufé cuando no pude sacar sus mallas a la primera, eso no me gustaba. Suspiré cuando colocó su mano intrépida sobre mi vaquero y sonreí cuando quitó mi camiseta.
Siempre era así, ¿y la verdad? Nunca nos cansábamos de que fuera así. Yo con mis imperfecciones, ella con su seguridad de qué hacía, cómo lo hacía y con quién lo hacía. Lo externo nos lo guardábamos para nosotros, apenas cruzábamos palabras. Todo eran acciones y si eran sexuales, mejor. Nada de besos con sentimiento, nada de caricias cuidadas. Más mordiscos, más furor y el mundo iría mejor.

-Entra ya o me vuelvo loca.- Susurraba y jadeaba. Joder.

Pero ignoré sus súplicas y besé, lamí y mordí su pezón, acariciba el otro y medía la intensidad por sus quejidos, sus pequeños gritos ahogados en su propia garganta, a veces en mi hombro.
Terminé por deshacerme de su moño, lanzando la goma y las horquillas bien lejos, se las clavaría.
Estaba desnuda ante mí, yo había actuado rápido quitando todo, jugábamos en desventaja.

-Desnúdame y luego ya vemos.- Sugerí y comprobaba que ya empezaba a hacerlo.

Con algo de práctica y mucha maña se deshizo de mi cinturón, para luego arrancarme todo de una vez. Ahora sí. Pero el día había sido intenso, la tarde aún más y fuerzas no me quedaban. Tendríamos que hacerme reaccionar con algo, ella y sus masajes, sin duda lo lograba.
Evalué a mi amigo, que apuntaba a su entrada y olvidé el preservativo. Teníamos un trato, yo me pinchaba y ella se cuidaba a pastillas. La combinación perfecta. Aunque en estos momentos mi lentitud inicial le desespera como siempre y jadea en mi oído.

-Fuerte y bien, Luis.- Decía para que acatara sus órdenes, luego intentaba recomponer su respiración cuando le hice caso.- Más, yo quiero más.

(*)

Tal vez fue solo una la ocasión en la que dormimos juntos, no me sentía en paz al verla dormir. No podía relacionar a la efermera, a la intensa en la cama y al ángel caído del cielo del momento en una misma persona. Con sus virtudes y sus defectos. No podría cualificarla con una sola palabra porque Ivonne era un terremoto. Física y mentalmente.
No podía. Tampoco esta noche y eso que ella bien que insitía.

-La próxima vez que no pase tanto tiempo.- Repetía mil veces mientras que tapaba sus curvas con la fina sábana de algodón.

-No tengo mucho tiempo últimamente.

-Los niñatos te están consumiendo y ya me caen mal.- Bufa pero sonríe al instante, es un ángel. Me lo dicen sus ojos verdes, su cabello rubio extendido por la almohada y la luz de su risa picarona.

-Prometo compensarlo, Ivonne.

-Más te vale o tendré que aparecer por tu despacho y sacarte de allí.

Sabía por dónde iba, la conocía. Ahora que tenía un trabajo estable, aunque fuese el sustituto de una baja, no iba a permitir que todo se torciera. Había conseguido salir de las apuestas, quería empezar a ganar dinero limpio. Conseguir mis principios para ese máster que tanto tiempo llevo deseando. Y luego a tomar por saco todo.

-Ahora estoy concentrado en el tabajo, mejor estar así.

-¿De verdad que no puedes quedarte?- Me miraba con los ojos brillantes, su labio inferior se hacía de notar curvándose y destapaba su cuerpo para querer hacerme un sitio bajo las sábanas. Yo sin embargo estaba terminando de abrochar mi abrigo.

-Otro día, mañana tengo que despertar en mi piso.

-No te olvides de mí.- Decía cuando me sentaba a un lado de la cama deshecha.

Negué con la cabeza, mordí su boca como hace unas horas cuando entraba por la puerta y enredaba mis manos en su pelo. Ella sin embargo acariciaba mi barba.

-Oye, que lo de esta noche... No has estado mal.- Me miraba pícara, si quería repetir ya sería otro día. Yo me iba.

-I-Ivonne, que me tengo que ir...

No quería dejarme cruzar el marco de la puerta, pero yo tenía una clase que preparar a primera hora de la mañana y ella su turno mañanero en la enfermería. Nos disfrazaríamos por unas horas de personas adultas y responsables, por la noche en nuestro encuentro las cosas ya cambiarían.

-Eres un soso.- Maldecía cuando aparté mi boca de la suya.

-Un imperfecto de mierda sin solución. Así me compraste...- Mierda, no tendría que haber iniciado la expresión. No ahora después de un polvo.

-Y así te quiero.- Afirmaba.
_________
Creo que se podía ver a simple vista por donde iban los tiros. Ivonne, definida como: amiga con derechos.
A ver cómo acaba esto... ;)

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now