CAPÍTULO 30 - Insomnio

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Aitana
Conozco sus dedos, los que ascienden por mi pierna. Los conozco tanto y le conozco tan bien que sé lo que está haciendo.
Mis rodillas se juntan y mis piernas se mueven intentando evitar nuestro contacto. Pero ya es demasiado tarde y sus dedos se han colado debajo de mi tanga.

Deseo que Luis levante la mirada, que no le crea, que vea que se ha acercado a la mesa con una estrategia. Hacer eso delante de los presentes para que calle y me retuerza.

Y vaya que si lo hago, el asco me invade y me invita a hacerlo, queriendo que la guerra que han iniciado mis piernas, moviéndose desesperadamente, eviten que todo llegue a más.

Pero Amaia me obvia cuando trato de hacerle gestos con mis cejas y Luis atiende las estúpidas dudas de un Lucas sonriente.

Me aferro con mis manos a la mesa y agacho la cabeza, suplicando en silencio que pare. Que no puedo soportar más, tampoco debo ni quiero.
Sus caricias se intensifican y al igual que él, noto la humedad y me avergüenzo por ello. Lucas, el que un día fue mi ex, al que dejé en Barcelona con la intención de no volverle a ver, refunfuña cuando consigo que cesen sus movimientos y, de un manotazo, se acaba todo.

– ¡Más no! Para, para– suplico y siento que nadie me escucha, todos van desapareciendo, sus caras ya apenas las diviso. Luis me mira decepcionado, Amaia enfadada y Lucas sonriente.– ¡ Lucas para !

Creo ser la única que da gritos pero despierto y observo que no. Luis está como loco trancando de que nuestras miradas se encuentren, sujetando mi cabeza.

– ¡ Ya está ! ¡ Aitana para !

Soy consciente de que la última patada la ha recibido él mientras que en sueños intentaba deshacerme de Lucas. Agarra mi cabeza con fuerza, apoyo mi barbilla en su pecho y observo sus ojos oscuros, que reflejan los míos llorosos.

– ¿ Un mal sueño ?– me escondo en su pecho y me aferro a él– llevas inquieta toda la noche.

– ¿Te he hecho daño?– sonríe sobre mi cabeza y aunque sé que miente, niega – ¿ no duermes ? – vuelve a negar – Luis no puedo.

Su respiración y la mía practican lo que hace unas semanas ya aprendieron, se acompasan juntas. Luis se revuelve y me acomoda sobre él, no ha dejado de acariciar mi espalda.

– Va a llegar Ana.

– Ha entrado hace un rato – informa.

Se anticipa a mis preocupaciones y saca el móvil de su bolsillo e ilumina su pantalla. Son más de las cuatro de la mañana y su espalda mañana estará más resentida que la mía, que he sido la acomodada en él.

– ¿ Vas a la cama ? Descansas mejor.

– ¿ Vamos ? – propongo.

Por el camino se deshace de su sudadera, da un par de vueltas en mi habitación buscando un lugar para su cartera y sus llaves y me sigue.

Tiro del pelo de su pecho y él se entretiene con los cordones de mi sudadera. Sin mediar palabra pretender cerrar los ojos, no sin antes besar mi frente. Detecto tensión y gruño cuando despeina mi flequillo con algunos besos más y sus manos sobre mi frente.

– Estás ardiendo, Aitana – su voz es ronca –tienes mucha fiebre.

– Da igual, vamos a dormir – pega un salto de la cama y me pregunta por el termómetro que, en mi mudanza a Madrid, no pensé en comprar – vuelve aquí – doy varios toques sobre la colcha pero me obvia y sigue rebuscando en el primer cajón de la cómoda.

– Hay unas pastillas.

– Tráelas – estiro mi mano y me recuerda que no las debería de tomar sin saber qué tengo exactamente – me encuentro un poco mal, la verdad.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDANơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ