CAPÍTULO 50 - Familia

3.2K 114 21
                                    

Cepeda
Sonríe tierna e imito sus facciones, sus hoyuelos a ambos lados de su boca.
Vuelve a colocar sus pequeños dedos sobre las cuerdas y observa las uñas de la otra mano para rasgar la guitarra y, al menos y de forma inocente, arrancar un acorde más y añadirlo a la lista.

Antes de Navidad escribió su carta a los Reyes Magos, y al ser más lista de lo que parece, también ha sido mucho más buena de lo que ya lo era antes. Gala durante las fiestas ignoró los comentarios dañinos de algunos de sus compañeros, sabiendo que el no entrar en trifulcas implicaría que sus majestades dejaran la noche más especial del año una guitarra junto a su cama.

Cuando la lección se ha prolongado más de los quince minutos habituales, y el diminuto instrumento comienza a sufrir los daños de una pequeña de no más de tres unidades de años, las yemas de mis dedos se clavan en sus costillas e iniciando un nuevo juego damos por finalizada una de las primeras sesiones de Gala Álvarez, futura guitarrista más importante del país.

– ¡ A mí que me expliquen cómo eres tan lista ! – cuando la cría se retuerce sobre el suelo a causa de mis cosquillas. Gritando sólo consigo avivar más el ritmo de mis manos, provocando más risas y manotazos por parte de pies y manos – ¿ Y esta niña dónde tiene tantas cosquillas ? ¡ Que me digan dónde que voy a hacérselas !

En los principios, por respeto al carácter de los niños, y más al de ella, una de las personalidades de las que más me pusieron sobre aviso, mi intención nunca fue forzar emociones, crear lazos o abrazar cada mañana que pasaba en este centro. Pues había vivido en primera persona como una adulto podía insistir demasiado en que abrazase a otro de ellos sólo por educación o compromiso, obviando cómo podían estar forzando mis emociones sin ellos mismos darse cuenta.

Recibes lo que das, siempre. Pero en este caso ni la pequeña ni yo nos regalamos el privilegio de conocernos cerca de nuestra primera impresión. El barco navegó sólo, con el viento, sin necesidad de motor.

Tan sólo agarraba mi mano cuando llegaba y gimoteaba cuando se acercaba la hora de la despedida. Disfrutando ambos de la compañía del otro y creando algo que en un futuro costará mucho superar.

Cuando ha conseguido abatirme y tumbarme sobre la alfombra y su pierna queda atrapada entre mis manos, protesta. Gruñe y lo hace con todo el genio que logra concentrar una niña tan pequeña, tan dulce.

Ambos nos arrastramos para esquivar las cosquillas del otro, incrementando las risas, pero cuando coge de nuevo la pequeña guitarra y la acerca a mi cuerpo, con la intención de golpearme y dejarme inmóvil, grito.

– ¡ Gala ! – ríe tratando de recuperar el instrumento que poco a poco consigo acercar a mi terreno – ¡ Que me quedo tonto !

En un cambio de tornas, y tratando ambos de no recibir ningún daño, vuelve a agarrar la sartén por el mango, y nunca mejor dicho.

– ¡ Lusito tonto ! – canturrea y ríe una vez abatida y acorralada por algunos de sus compañeros que se han sumado al juego.

Lusito está cansado.

Vuelve a reír, vuelve a abalanzarse sobre mí. Vuelve a prohibir que la corrija. Claro, decir Lusito es mucho más divertido.

Pero posiblemente no sea tan divertido ver como tus monitores favoritos planchan las arrugas de sus camisetas personalizadas con sus nombres y es ahí cuando el ánimo de la pequeña decae.

Observa pensativas sus pies y camina hacia la entrada del centro siguiendo mis pasos, pese a mis insistencias porque vaya al comedor a merendar con sus amigos, esos que han iniciado una guerra campal a la hora de acomodarse en la sala.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now