CAPÍTULO 53 - Déjà vu

3K 124 34
                                    

Aitana
Sus pupilas se turnaban entre María y yo. Ella trataba de hacerle carantoñas en todo momento y yo tan sólo podía enterrarla bajo capas de ropa y mantas en su capazo.

Confiaba en ella, lo haría lo mejor que la pequeña le permitiese. Pero en ese momento el pánico se albergó en mí y si ella hubiese tardado un poco más en envolver su cuello con la bufanda o en ponerse el abrigo le hubiese propuesto ver una serie de buena mañana juntas.

Termino por ajustarle el gorro y las pequeñas manoplas sobre sus diminutas manos cuando una lágrima se escapa de mis ojos. Algo fruto de una depresión posparto que aún pretendo superar.

María había regresado a España por una larga temporada, probaría durante un tiempo en algún bufete de abogados que necesitase su experiencia y después volvería a rehacer su vida.

Huye de un separación incorporando el charco sobre la mesa, en el medio, y no hay una mejor excusa que pasar tiempo con tu sobrina para superar el final de una relación.

Sonríe tímida cuando le hablo con toda la carrerilla del mundo sobre la luz que parece desprender esta mañana. Ella tan sólo acaricia mi pómulo, sabe que realmente no quiero hablar eso.

– Aitana, he cuidado a hijos de mis amigas, no le va a pasar nada.

La chica rueda los ojos y trata de recoger una pequeña lágrima de mi mejilla. Tan sólo serán unas horas pero no puedo evitar pensar en los pasos de peatones con el carro tan sumamente pesado del que se enamoró su hermano o del frío que hace en la calle para que una persona tan chiquitina experimente su primera congestión. Sería tremendamente grave que un resfriado la atacara porque si apenas puede respirar cuando la tetina del biberón es succionada por su pequeña boquita de piñón, no podría ni imaginar lo que podría ser de ese momento si un catarro la envuelve.

– ¡ Una cosa más ! – introduciéndome en la cocina y atrapando la cajita de sus chupetes – María, si se le cae, ponle uno de estos. Suele tirarlos o simplemente abre la boca y...

– ¡ Aitana para ! – ríe – Claro que sí, mujer, unos de los esterilizados. No voy a cogerlos del suelo.

Mis labios impactan contra la pequeña nariz de mi hija para hacerlo después sobre las mejillas de su tía, la preferida y la única que tiene.

María sonríe y zarandea mi brazo, instándome para que vuelva al dormitorio y no salga hasta las dos del mediodía, la hora estimada de recogida de tía y sobrina.

– ¿ Y mi hermano ?

– Durmiendo, creo – rueda los ojos y promete golpear su nuca a la vuelta – No lo culpes, que esta noche me tocaba a mí. Nos hemos organizado así, incluso alguno se va de la habitación, sólo así uno de los dos podrá estar activo al día siguiente.

Un par de carantoñas a la niña por parte de ella y corrobora por sus labios curvados lo ratona que puede llegar a ser.

Vuelve a girarse y trata de situarse en mi piel.

– Aiti, métete en esa cama y no salgas hasta mañana. ¿ Has visto las ojeras que me llevas, cielo ? – asiento siendo bastante consciente de la situación, de las noches en vela en el comedor – Por hoy ya has hecho suficiente, mi hermano y yo nos ocupamos de ella cuando estemos de vuelta. De hecho podríamos probar a evitar que duerma durante el día, quizás así a la noche...

– ¡ Marieta, esa es otra ! – sonríe comprensiva – No atiendo a tu hermano, parece que no vivimos en la misma casa. Cuando uno va en busca del biberón otro vuelve de esterilizar los chupetes o llenar la bañera.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora