Capítulo 44 - Breathe me

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Aitana
Habla de lo pequeña que puedo llegar a ser. La necesidad que puedo tener de esquivarlo todo, y de que no sea la primera vez que ocurra algo así.

Las cuerdas y la percusión quedan en un segundo plano de la banda sonora de mi vida cuando Sia comienza a cantar, a contar que en su momento necesitó un amigo que la abrazase y no la dejase escapar. Alguien con quien no se sintiera pequeña, herida.

Trato de envolver mi cuerpo entre mis brazos, las rodillas en mi pecho. El vuelo fue largo pero una semana después se puede decir que no noté el cambio en nada. O por lo menos otros sentimientos lo eclipsaron.

Emociones que me encierran en mí misma como nunca pensé que lo haría, sentimientos que costará encarcelar en su jaula y tirar la llave al río. Como suelen hacer las parejas en París, pero esta vez sola y tratando de alejar la necesidad de su compañía de mi persona.

El volumen de la música disminuye cuando después de días algo consigue captar mi atención y escuchar los gritos que provienen del salón.

Arrastro mis pies, cual enferma e ingresada en un hospital desde hace días, y demacrada observo la escena.

Lucas exigiendo pasar, Marta impidiéndoselo a base de gritos y manotazos y Ana socorriéndome cuando ve que mi equilibrio se tambalea.

– ¿Qué coño está pasando aquí?– la presencia del chico ha conseguido reanimarme, volver a sentir que quizás no estoy tan vacía, al menos mi mirada transmite algo, aunque sea odio.

Él consigue introducirse en la estancia y me saluda con un movimiento de cabeza por lo que puedo llegar a entender. O no lo comprendo y cuando Marta bufa entiendo que les está pidiendo la intimidad que tanto me incomoda.

– Amor – Ana roza mi brazo con dulzura –, salimos, pero Roi está en la cocina, si necesitas algo llámanos.

Asiento a sus palabras y camino de espaldas al chico hasta recostarme sobre el sofá. Ni siquiera le gesticulo para que tome asiento, él parece entender que quiero que se exprese con la máxima brevedad posible.

– No recuerdo haberte dado mi dirección, Lucas.

Cansado de mi expresión y la lentitud de mis palabras se sienta en el suelo junto al sillón y aprieta mis manos. Cualquiera diría que no fue él el que me hizo pasar uno de los momentos más horrorosos de mi corta existencia.

No le permito el contacto entre nosotros y rehuyo que entrelace sus dedos con los míos. ¿Qué pretende?

– Amaia me ha dicho que te encontrabas mal – sus ojos verdes parecen ser sinceros mostrando ¿preocupación? –, y he impreso los apuntes de la asignatura que tenemos en común. Con todo el lío de las vacaciones de Semana Santa y la cuarentena que has instalado estos últimos días...

– Gracias – mi voz es ruda y apenas le dejo margen de tiempo para continuar. Comienzo a desenvolverme de capas de ropa y mi bata queda sobre el sofá cuando me dispongo a acompañarle a la puerta. No es una visita en la que le ofrezco un café, es un acto de cordialidad que he recibido y agradecido por ello.

Él hace que me apoye en su brazo agarrando el mío cuando pienso que los mareos han cesado y me alzo. Se sorprende cuando me agarra.

– ¿Cuánto?

Ambos sabemos a lo que se refiere. Desgraciadamente ambos nos conocemos demasiado bien, un año y medio de relación y dos desde que nos encontramos le lleva a preguntarme sin necesidad de más palabras.

Yo, sintiéndome pequeña asemejándome a la Aitana de hace un par de años, me encojo de hombros y niego con la cabeza.

Su repentina preocupación me trastorna. Ya no veo el odio en sus ojos, posiblemente se deba a que no me ve rodeada y sólo nosotros compartimos espacio.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now