Capítulo 62 - Acordes

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¡Hola a todos!
Os escribo antes de dejaros con la lectura y el final de esta historia para hablaros sobre esto. Esto que ocurre cuando un día comienzo a publicar una historia que surge de forma improvisada y como pasatiempo. Os hablo de algo que ha alcanzado unos números que nunca esperaba lograr y que no espero que transcurra a más, pues no muchos se quedarán en la siguiente historia que publique.

Gracias por cada comentario, por cada voto, por cada mensaje.

Gracias por, de alguna manera, viajar conmigo siguiendo los derroteros de Acordes.

Ha sido una locura de fic.

Mi ausencia de estas últimas semanas se debía a la desmotivación y a la falta de tiempo del que disponía para este capítulo. Perdón a todos.

En ocasiones no hay días buenos. Me considero una persona frágil y fácil de hundir, por lo que le doy las gracias a cada personita que ha estado ahí, pendiente de esto, pendiente (en parte) también de mí.

Me llevo amigos. Gente de Twitter, gente de aquí...

Y me llevo a cada persona que ha gastado un segundo de su tiempo en leer esto. Me llevo a cada persona que abandonó la historia al inicio, llegando al nudo y a todas las que la dejan hoy conmigo.

Sí, tú. Si estás leyendo esto; GRACIAS POR TU PACIENCIA.

Gracias infinitas.

Mer Yellow.


Su ritmo cardiaco paró en seco al escuchar su voz algo más apagada que de costumbre. Una punzada se clavó cerca de su pecho al descubrir la procedencia de los lamentos y continuó caminando maldiciendo el parquet que había escogido para la decoración de la casa, pues la suela de sus zapatos no pasaba desapercibida para el material. Frenó sus pasos y sus instintos ante un nuevo sollozo, posteriormente, un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando iba a reanudar el camino y decidió detenerse, esperaría a que cerrase el momento para irrumpir en la sala.

Únicamente acompañada por el timbre de su voz, Aitana creaba un aura mágica, entre agudos quejidos, alrededor, haciendo de lo complejo que es llamar a las puertas del sueños de una pequeña, un momento de paz que constaba de tan sólo mecerla en sus brazos. Únicamente acompañada por unos inaudibles susurros que se deslizaban de su boca, entrecerró los ojos de una pequeña de energía inagotable y paciencia insuficiente. En su caso, en el de Luis, que escuchaba tras la puerta y también ansiaba algo de paz, se detuvo a oír el relato que entonaba con dulzura imitando voces de príncipes y caballeros a petición de Gala, que le disgustaban las princesas de cuento.

Ella era una heroína. Y, esta vez, iba a serlo de la relación de ambos adultos, esa misma que se tambalea entre la rutina y el abismo.

Ser niño es un estado creativo, un estado de ilusiones y sueños. Un estado de perseverancia, pasión, deseo infinito, capricho si lo quieres ver, pero nunca un estado físico o de inmadurez, se es niño y ya, es la manifestación más más pura de un ser humano. Ser niño es una elección. Una elección de ser rebelde desde dentro, de ser perseverante y creer en que lo que deseas es posible, porque para un verdadero niño nada es imposible, todo es realizable y alcanzable. No está condicionado por el mundo, no adopta en estado puro actitudes negativas.

Luis, tras su actitud, aún detrás de la puerta, se sintió un crío cuando la observaba ser mujer.

Se encontraba cerca del balcón, podía observarla acomodar sus gafas de pasta una y otra vez sobre el puente de su nariz y contemplarla perdiendo su mirada cansada en una lectura que la hipnotizaba ignorando cualquier ruido que no fuese su mismo timbre. No podía, ella, evitar fruncir el ceño cuando algún renglón de la historia hacía que los trenes chocaran en su cabeza imaginando un final alternativo. No podía, toda ella, evitar esconder sus rodillas en esa sudadera que posiblemente fue a buscar minutos antes al armario de él sin importarle la situación en la que se encontraban y únicamente preocupada por hacerle frente al frío de un noviembre en Madrid.

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now