CAPÍTULO 29 - Queraltó

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Cepeda
Carmen ya se ha aprovechado de la hora que utilicé en su clase pagándome con la misma moneda. Al llegar al aula del lunes a última hora están ensimismados en el trabajo que mi compañera les ha mandado.

Mi mochila, colgada de un solo hombro, reposa sobre la mesa después de haber saludado al alumnado y ofrecer mi hora y mi apoyo académico.

Un par de miradas las que cruzo con Aitana, que me mira con los ojos entrecerrados y soporta la charla que mantiene con sus compañeros de grupo. Se ha empezado a encontrar mal esta mañana y no he podido convencerla para que quedase en casa.

Amaia se acerca a mi mesa de forma animada, tirando del brazo de su amiga y seguida de tres chicos más.

– Luis tenemos algunas dudas.

Aparto el ordenador y miro a Amaia, su simpatía y su voz me calman y me dan confianza. No tanto la mirada cansada de Aitana que, al llegar a mi escritorio con sus compañeros, ha suspirado un par de veces y se ha apoyado buscando un soporte seguro como lo es la madera.

– Decidme, tengo tiempo.

Unos resoplan con las soluciones que doy, otros se divierten con mis bromas y Aitana... Ella sigue igual, nunca la había visto tan decaída y con esa actitud en clase. Pero poco ha sido el tiempo que ha pasado hasta que he descubierto el motivo.

– Perdona, ¿ tu nombre ? – Llevamos hablando más de quince minutos y he empezado a tutearme con el grupo. Un chaval, que más bien parecía el líder, no paraba de plantear dudas que colapsaban mi cabeza. No por ser rubio y de ojos azules iba a embelesarme a mí también y eso iba a hacer que pensara más rápido.

– Lucas Queraltó – el chico responde con una sonrisa en la cara, borra la mía al recordar lo que la chica del flequillo, que niega en bucle con la cabeza, me contó sobre él.

– Lucas, las preguntas una a una. Me estoy colapsando.– Amaia ríe y le da un codazo a su compañero, no es ni de la asignatura que imparto.

– Había pensado que esa línea la podría trazar de forma curva – su dedo índice señala la lámina. Aitana, que observa el gráfico, abre los ojos de par en par y se sobresalta sobre la mesa. No llego a entender el motivo y menos la forma tan repentina de hacerlo – que cruce la mayor parte de la lámina...

Entiendo las palabras del chico cuando Aitana vuelve a sobresaltarse, cierra los ojos con fuerza y niega. Incluso tiembla, se agarra a la mesa y agacha la cabeza. La mano de Lucas se ha introducido por su falda y la escena me tortura al ver como ella es incapaz de reaccionar.
Por fin lo hace y forcejea disimuladamente tras su espalda con él. El chico, impasible, sigue con su recorrido pese a los manotazos de ella. Es ahí cuando intervengo.

– Fuera – mi ceño se frunce, el de la chica del flequillo más – no me hagas repetirlo, Lucas.

– ¿ Es a mí ? – sus pupilas se posan sobre las mías y , mascando el chicle que no había detectado hasta ahora, se encara – estoy trabajando.

– No quiero repetirlo dos veces y menos gritarlo.

Resopla y a pasos ligeros sale del aula seguido de los míos. Los que Aitana, con una sola mirada, ha intentado frenar.

– Lucas esto no lo paso, ¿ entiendes ? ¿ Sí, verdad ? No quiero tener que explicártelo.

– Pues no, no lo entiendo – sigue mascando el chicle de los cojones y contestando chulesco – ¿ Me lo explicas profe ?

Por momentos odio su tono de voz y sus facciones. Más sus manos.

– No quiero ni una provocación hacia mi persona. Sé lo que intentas y no, Lucas. No vas a conseguirlo.
Sales de esa clase porque intimidas de la peor forma a una compañera. ¿ Por qué estás tan tranquilo ?

ACORDES SOBRE TU PIEL || AITEDAWhere stories live. Discover now