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Juana

La oscuridad de la noche se hacia cada vez más visible, por lo que Enzo decidió llevar a los chicos a su casa, después de haber pasado toda la tarde juntos. Yo los acompañaría porque ellos así me lo pidieron y no les podía decir que no.

—¿Vamos hermosa? —le dije a Pía, tendiendole la mano. Ella asintió y después de agarrar sus cosas, la ayudé a subir al auto de su papá donde ya estaban Enzo y Santi.

Abrí la puerta de adelante y me acomodé en el asiento del acompañante. Después de haber visto que tenía el cinturón puesto, al igual que sus hijos, Enzo arrancó. En no más de veinte minutos, estabamos en frente de la casa de los chicos, donde también estaba la mamá de ellos y ex esposa de Enzo, a quien no conocía y no sé si tenía muchas ganas de conocer.

Bajé con la idea de saludar a los chicos y volver a subir. No quería cruzarme con Florencia porque creía que sería algo incómodo para todos y eso era exactamente lo que no quería.

—Chau, mi amor —saludé a Pía, quien aprovechó mi abrazo para colgarse. Me reí y la alcé para dejarle un beso en el cachete. La bajé y fui hasta Santi, quien estaba hablando con su papá. Lo saludé y aprovechamos para hacer un saludo que habíamos inventado los dos hace un ratito.

Escuché la risa de Enzo e inevitablemente lo miré. Era tan lindo este hombre, no lo podía creer.

—Me vas a ojear, Jua —me susurró al oido, lo que me hizo reir.

Cuando tenia planeado volver al auto, habiendome despedido de los nenes, escuchamos la puerta y vemos como de ella sale Florencia, quien apenas me vio no despegó la mirada de mi.

—Ah, hola —sonrió de manera muy falsa—, no sabía que venias con...ella.

—Hola ma —saludó Pía—, mirá ella es Juani, la novia de papá.

—Hola —saludé.

—¿Ya comieron? —le preguntó a Enzo, evitandome completamente. Okey.

—Si —respondió—. Bueno, nosotros ya nos vamos. Chau gordos, los amo, nos vemos en unos días, ¿si? —abrazó a sus hijos y ellos, sobre todo, Pía, lo lleno de besos. Dudo que exista imagen más tierna.

Les di un abrazo a ambos, quienes no paraban de sonreír y me despedí por segunda vez, prometiendoles volver a verlos y salir a algun otro lado juntos.

Subimos al auto junto a Enzo y en silencio el arrancó el auto. Yo, como casi siempre, me dediqué a observarlo. En cualquier momento se me caía la baba.

—Voy a empezar a cobrar por mirada.

Me reí y hablé:—No es mi culpa que seas tan lindo.

El sonrió y desvió por un segundo la mirada hacia mi. Aún concentrado, agarró mi mano, la besó y la apoyo en su pierna con la suya encima.

—Estoy robando con vos —rió y yo me mordí el labio.

Llegamos a nuestros departamentos y tras darle un beso y despedirme de el, dispuesta a irme, el me agarra la mano, atrayendome hacia el. Me abraza y pone su cabeza en el hueco de mi cuello. Deja un beso ahí y pasa a mi oido para susurrarme algo.

—Quedate conmigo —pide—, por favor.

Obviamente que yo no podía (ni quería) decirle que no. Ultimamente me había acostumbrado a pasar mucho tiempo con el, sino nos veiamos en el día, cuando llegabamos a la noche, por más cansados que podíamos estar, nos la rebuscabamos para pasar un tiempo juntos.

Asentí y le di un beso que el, además de seguir, intensificó. Cerré la puerta y el mismo se encargó de ponerle llave, para seguir con lo nuestro. Mientras ibamos a la pieza, entre besos y caricias, el se separa y me mira con una sonrisa.

—¿Qué? —le pregunto.

—No es como me hubiese gustado preguntarte, pero me parece que es el momento —suspiró. Yo fruncí el ceño, no entendía—. ¿Queres ser mi novia?

—¿Me lo decis en serio? —pregunté sorprendida y el asintió—. Si, obvio que si —reí y empecé a repartirle pequeños besos por toda su cara hasta llegar a su boca, para continuar lo que habíamos empezado.

• ♤ •

Me desperté con la cabeza de Enzo arriba de mi pecho, abrazandome por la cintura, haciendome caricias y mirandome. Parece que le gustaba estar así y yo no voy a mentir, a mi también me encantaba tenerlo así.

—Buen día —susurré.

—Buen día —sonrió y me dio un pico.

—¿Qué hora es?

—Ocho y media.

—¿Vos no entrenas? —le pregunté.

—A las diez y media.

Asentí y me quise sentar pero el me tiro para atrás, haciendo que caiga otra vez en la cama.

—Enzo —reí—, tengo que ir a cursar.

—A las diez —respondió—, falta un montón, quedate y después yo te llevo.

—No puedo decir que no —acoté y me volví a acomodar. Esta vez, yo estaba arriba de el, con mi cabeza en su cuello, repartiendole besos, mientras el me hacía caricias en la espalda.

—Sos hermosa, Juana —suspiró—. Ya sé que te lo digo siempre, pero no me voy a cansar de decirtelo.

Sonreí y levante mi cabeza para mirarlo:—Me encanta que me lo digas, igual —reí—, me hace sentir bien, sobre todo porque viene de vos—mmmm la cursilería que manejaba con Enzo era de no creer.

El me sonrió y me besó. No sé si ya lo dije, pero podría estar toda la vida besandolo. Sin embargo, la facultad y su trabajo nos impedían seguir con lo nuestro, más que nada por el tic que yo tenía con la puntualidad y por hacer las cosas con calma.

Después de insistirle muchísimo y de haberle dado besos por toda la cara para convencerlo, nos levantamos. Enzo fue a preparar el desayuno, en el cual yo quise participar, pero el me lo impidió ya que quería hacerlo el solo.

Me fui a lavar los dientes, cosa que hice con mis dedos porque no tenía un cepillo acá y no iba a usar el suyo. Volví a su pieza y me puse su remera, porque me encantaba usar ropa ajena y más si esa ropa era de el.

Caminé hasta la cocina ya totalmente vestida y habiendo acomodado más o menos, la pieza. No quería dejar todo desordenado.

—Mirá que esa remera a mi me queda —hace un gesto con sus manos, para indicar que le quedaba bien y me hace reír—, pero a vos te queda mucho mejor.

—Gracias —sonreí y lo abracé por detrás mientras el hacía no sé que cosa—, ¿te ayudo en algo? —el negó.

—Ya termino —acotó—. Sentate.

Desayunamos riendonos y contandonos alguna que otra anecdota, o simplemente, comentandonos ciertas cosas sin demasiado sentido.

—¿Ya estás? —me preguntó, yo asentí después de haber entrado a mi departamento y buscando mi mochila—. Vamos —me dijo y me tendió la mano.

Quince minitos más tarde, aproximadamente, Enzo empezó a ir más lento, por lo que asumía que estabamos llegando a la facultad, yo me había re perdido porque no había prestado atención al camino.

—Cuidate Jua —me dijo—, y cualquier cosa me llamas. Si llego, te paso a buscar.

—No —negué—, no hace falta, hace las cosas tranqui. Que te vaya bien, nos vemos más tarde —dije y me acerqué a besarlo.

—Juani —soltó cuando me estaba por bajar—, te quiero.

Ay yo me muero acá. Me mordí el labio y lo besé de nuevo.

—Te quiero, Enzo —sonreí.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now