021

2.8K 155 2
                                    

NARRADOR OMNISCIENTE

—¿Cómo está Juani? —preguntó Gonzalo a un Enzo cansado. Este tomó un poco más de agua y apartó la botella de su boca mirándolo con el ceño fruncido.

—Bien, supongo, ¿por?

—Por lo del trabajo. Luli me dijo que estaba bastante decaída.

—¿Qué le pasó en el trabajo?

—¿No te contó? —Pérez negó—. La echaron, antes de ayer. Según Luli no te lo contó antes porque teníamos el partido y no quería preocuparte pero te lo iba a decir después.

—Pero yo después del partido... —Enzo frenó sobre sus palabras y suspiro— Me fui a cenar con Florencia y los chicos.

—¿Me decís en serio?

—Sí, Florencia tiró la idea y los chicos obviamente quisieron ir. No les pude decir que no —lo miró—. Juani llegó al toque y Pía la invitó pero dijo que no porque estaba cansada. La vi medio rara, pero pensé que era solamente por el cansancio, nada más.

—¿Y cuando llegaste no la fuiste a ver?

—Llegué a las tres de la mañana y no en un muy buen estado que digamos.

—¿Tomaste Enzo?

—Un poco.

—Sos un boludo —sentenció su amigo—. ¿Juani te vio así?

—Si —suspiró Enzo por segunda vez—. Es más, ella vino a despertarme, sino seguía durmiendo todo el día.

—Enzo, andá a hablar con ella y no la cagues —aconsejó, casi en forma de reto, Martínez.

Enzo agarró sus cosas y después de despedirse de sus compañeros busco su auto con la idea de irse hasta el departamento de Juana a hablar y disculparse con ella. Era un boludo, tal como había dicho su compañero y amigo. El tendría que haberse dado cuenta sólo.

Apenas llegó dejó el auto en el estacionamiento y subió decidido hasta el cuarto donde tanto su novia como el vivían. Fue derecho al departamento de ella y tocó el timbre. Nada. Seguramente no estaba. Después de todo ella salió temprano, puede que esté en la facultad. O buscando trabajo.

Pensando en que, quizás, dentro de poco viniera, sacó la copia de la llave que tenía de su departamento y entró. Le haría el almuerzo. A Juana le gustaban esos detalles y si quería disculparse con ella, esa seria una buena forma.

Quince, o veinte, no mucho más. Esos fueron los minutos que le llevó prepararle el almuerzo y cinco más tarde, mientras ponía la mesa, la vio entrar. Estaba sería y con los auriculares puestos, tecleando algo en su celular. Cuando levantó la mirada, ahí estaba él. Con los platos en la mano, sonriendo.

—Hola, mi amor —saludó el—. ¿Cómo estás?

—Bien —respondió—. ¿Qué haces acá?

—Gonzalo me contó lo que te paso en el trabajo —ella suavizo su mirada—. Pensó que yo ya sabía, claramente no...

—Yo te iba a contar, Enzo. Después del partido. No quería distraerte o preocuparte.

—No te estoy reprochando, Juani. Esta bien —sonrió—. Es más, yo tendría que pedirte perdón. Ayer, cuando yo te vi mal, en vez de irme con vos, te deje sola.

—No sabías nada...

—Pero te vi y me pude haber dado cuenta —afirmó.

—No importa.

—¿Me perdonas? —preguntó Perez—. También por lo de hoy.

—Por lo de hoy, más que a mi deberías pedirte perdón a vos y a Marcelo. Por tu irresponsabilidad —soltó ella. Y tenía razón, Enzo lo sabía.

—Si, la pifié feo. Pero te prometo que no va a volver a pasar.

—Más vale —lo señaló—. Porque tenes que demostrar que podes ser titular.

El sonrió y la besó. Ambos se sentaron en la mesa y comieron el almuerzo que Enzo había preparado especialmente.

—¿Cómo te fue? —le pregunto el jugador. Ella despegó la mirada de la comida y la centro en el.

—Bien, supongo —respondió—. Fui a varios lados y dejé el currículum. Ahora hay que ver si me aceptan en alguno.

—¿No querés hacer algo en el Club? —sugirió—. Yo puedo hablar por vos y ver si buscan gente en algún puesto —la vio fruncir el ceño y añadió:—No te estoy diciendo que te hago entrar, antes de que me digas algo. Si querés te recomiendo y vas a alguna entrevista o algo así. Nada más.

—Puede ser —pensó. No estaría mal. No entraría acomodada, simplemente le conseguiría una entrevista, después dependía de ella quedar o no.

—Si querés. Vos decime y yo hablo —ella asintió.

Terminaron de comer, levantaron la mesa, lavaron los platos y se fueron a acostar. Juana seguía decaida y Enzo lo notó, así que, cuando estuvieron acostados, la atrajo hacia el y la subió encima, dejándolos cara a cara. Ella abrazo su cintura y sé acomodo de forma que su cabeza quedará en el pecho de el.

—Ya va a estar todo bien, mi amor —acarició su pelo. Juana cerró los ojos—. ¿Segura que es solamente eso lo que te tiene así?

Ella levantó la cabeza y lo miró. Claramente, a pesar de ser, quizás, lo más grave, no era lo único.

—Es que —suspiró y sé sentó, con sus piernas alrededor de su cadera—, a tu ex no le caigo bien. O sea, nada. Y tampoco hace el intento. Yo ya hablé con ella y no quiere saber nada de mi. Y a mi, particularmente, me molesta un montón, no porque tenga que caerle bien a todos, porque sé que eso es imposible, pero ella, no me explica, no me da motivos y tampoco parece querer arreglar las cosas y llevarnos bien. Aunque sea por los nenes —soltó. Suspiró y siguió hablando—. Además, no quiero que me aleje de los chicos. Vos sabes como soy, me encariño super rápido y con ellos me pasó así. No te digo de verlos todos los días porque sé que tienen que estar con ella o con su tía, por ejemplo, como me dijo el otro día. Pero según ella, o al menos, lo que yo interpreté, no los voy a poder ver. Poco y nada.

—Amor —intentó hablar Enzo, pero Juana no lo dejo.

—Me pediste que te contará, ahora bancatela. No paro más —rió y el le acarició los brazos, riendo también—. Y para completar, porque parece que el universo está en mi contra y me mandó la peor semana que alguien podría tener: mi mamá no me habla. A ver, nosotras no es como que teníamos la mejor relación, yo siempre fui muy pegada a mi papá, pero mi mamá, sigue siendo mi mamá y nos llevábamos bastante bien dentro de todo —tomó aire una vez más y agregó: —Ahora desde la cena, no me habla. Ni un mensaje me responde. Mirá que yo intenté, eh. Soy bastante intensa cuando quiero —rió—. Pero no. Ni siquiera el visto. La llamé y menos. No sé que le pasa, está rara desde que...

—Desde que se enteró que somos novios.

—No vamos a discutir eso, de nuevo, ¿tamos? —lo reprendió ella—. Mi mamá está medio loca últimamente y es desde antes de nosotros. Después voy a ir a buscarla para hablar —sentenció—. Ni se te ocurra volver a pensar que es por nosotros, menos quiero que empieces a maquinarte la cabeza con la idea de que vos sos muy grande y todas esas pavadas que decís.

—Te quiero —susurró el—. Te prometo que voy a hablar con Florencia y vamos a arreglar eso. También voy a hablar en el Club para conseguirte una entrevista. Y lo de tu mamá...

—No te preocupes. De eso me voy a ocupar yo. Ya harías bastante por mi —sonrió—. Te quiero.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now