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JUANA
05 DE OCTUBRE.

Este era nuestro segundo día en México y, al mismo tiempo, el anteúltimo porque mañana a la noche ya nos volvíamos a Buenos Aires los tres.

Es increíble lo que voy a decir, pero tenía cero expectativas de este viaje. O sea, no mucho más que ver a mi hija conociendo el mar, que era un montón, no lo niego, pero tenía mucho miedo de que las cosas con Enzo salieran muy mal. Es decir, esto podía terminar en un tremendo viaje o en uno horrible. Hasta ahora, la primera opción era la correcta.

—Buen día —fue lo primero que escuché cuando abrí los ojos y me di cuenta, apenas vi a Enzo con Alma a upa, que hace mucho no me despertaba así de feliz—. Te preparamos el desayuno —yo arqueé una ceja, porque el desayuno en realidad te lo daba el hotel, no tenías que mover ni un dedo, literal—. Bueno, lo pedimos en realidad, pero nosotros lo acomodamos lindo para vos —me mordí el labio y me levanté de la cama—. ¿Queres que te lo traiga para acá o...

—No —negué—. Vamos para allá y desayunamos los tres. Alma está con hambre ya, ¿no? —le pregunté, aunque era obvio que sí—. ¿Recién se despierta?

—Hace unos...diez minutos —me dijo.

—Con razón todavía no llora como una loca —reí y alcé a mi hija que no necesitó ni dos segundos para prenderse al pecho—. Buen díííía, mi amor, ¿así que me prepararon el desayuno con papá? Me parece que me están chamuyando, eh —la miré y ella ni mosqueó—. A ver que trajeron de rico —pispeé la mesa que estaba en frente del sofá y había DE TODO. Ufff, amo...encima había brownies con nueces y les juro que soy muy fan. Los adoro, en serio—. Na, que rico. Hace mil no como brownies.

—Los pedí especialmente para vos —me dijo, miemtras nos sentábamos en el sofá para empezar a comer—. ¿Queres que te ate el pelo? —preguntó, viendo como luchaba para que mi pelo no le molestara a Alma y tampoco me molestara a mi para comer. Le respondí un "Porfa" y él al toque se paró a buscar una colita con la que pudiera atarme el pelo—. Perdón si te tiro un poco el pelo, eh, no soy el mejor en esto —rió y juro que me morí en ese momento. Ja, este pibe tenía un gesto más así conmigo y ya me tenía de vuelta con él, no es joda.

—Gracias —le sonreí, levantando la cabeza y viendo como volvía al sofá para sentarse al lado mío—. ¿Vamos a caminar un ratito después de desayunar? —propuse y él estuvo de acuerdo.

—¿En serio le vas a comprar eso, Enzo? —lo miré, mientras él todo feliz sacaba una camiseta y un shorcito de River. Y no es que no me gustara, pero, digo, el chabon puede conseguir GRATIS montón de camisetas y tooodo tipo de ropa re original y él sigue comprando acá.

—Que es esa pregunta, Juani. Obvio que si. Vale la pena, que me importa —elevó los hombros y siguió mirando cosas para comprarle a nuestra hija—. Bueno, sigamos, a ver, ¿mi amor, qué que... —el sonido de su celular lo interrumpió, así que sacó la vista de Alma y miró el celular—. ¿Qué onda, negro, todo bien? —era Gonzalo, estaba casi segura de eso.

—Hola, cabeza, todo bien. ¿Ustedes? Siguen en México, ¿no? —preguntó. Como si no supiera, si se hablan cada dos minutos estos. Literalmente, no hay día en el que no se hablen. Y no digo mensajes o eso, LLAMADAS. Mínimamente una vez al día, se llaman—. ¿Juani? ¿Anda por ahí?

—Sí, acá está —respondió y al toque me enfocó con la camara—. Salimos a caminar un rato, ¿y sabes que me reprocha? Que le compré un conjuntito de River a la nena —se ríe y Gonzalo lo sigue, porque estos dos = uña y carne. Escucho que dice algo como "eso nunca esta de más" y entonces hablo.

—Todo bien, amigo, pero el chabon tiene conjuntos gratis siempre que quiera literalmente. Y en vez de gastar la plata en otra cosa, no, el viene acá y le compra más conjuntos —explicó y Luli, desde no se donde, porque no se la ve, me da la razón—. ¿Viste que tengo razón? —miré a Enzo y este viró los ojos—. ¡Ay, Enzo, mirá! —prácticamente grité cuando en otra parte del local encontré dos bikinis iguales, pero una más chiquita—. ¿Te gusta, gorda? —le pregunté a mi hija que estaba pegada en mi pecho gracias a la mochilita que llevaba para todos lados.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now