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JUANA

28 de mayo, 2019

Me desperté incómoda, como siempre desde que tengo esta panza; y después de ubicarme me senté. Me desperecé y suspiré cansada porque la verdad era que no podía descansar mucho últimamente pero igual me la bancaba porque sabía que esto iba a pasar. Me paré con la intención de ir al baño donde se escuchaba la ducha, por lo que imaginé que Enzo se estaba bañando. Igual entré porque mis ganas de hacer pis eran tremendas.

—Buen día —saludé, mirando a la cortina.

—¿Ya te despertaste, Ju? Hubieses aprovechado a dormir un rato más.

—Esa era mi idea, pero con tu hija adentro imposible —respondí.

—¿Estuvo muy molesta?

—Tuvo días peores, pero igualmente si, se movía a cada rato —dije.

—Te compré facturas —me dijo—. Las medialunas con dulce de leche que te gustan.

—Dios, te amo Enzo, sos el amor de mi vida —expresé y el rió—. A todo esto, ¿a qué hora te levantaste para ir a comprar y todo?

—Hace media hora, nomás —respondió—. Ah, y fijate que dejé la pava en la hornalla, ya debe estar, pasala al termo y prepara unos mates, yo ya salgo.

—Bueno —dije y salí del baño. Fui hasta la cocina y como me había dicho mi novio el agua ya estaba. La pasé al termo y preparé el mate. Lo dejé en la mesa y ahí estaban las facturas así que abrí la bolsa y las saqué.

—Hola, mi amor —apareció Enzo secandose el pelo con la toalla y me dió un beso. Acarició mi panza también y le dejo un beso.

Se sentó al lado mío y tomamos unos matecitos hechos por él porque los hace DIEZ puntos, mientras, obvio, nos mandabamos, o al menos yo, me mandaba las facturas una atrás de otra.

—Hoy vienen los chicos, ¿vos arreglaste con tu mamá? —dijo Enzo, recordandome mi encuentro con mi mamá.

—Ah si, a las cuatro en el café que está acá nomás...a una cuadra o por ahí —el asintió—. ¿A qué hora vienen los chicos?

—Salgo de entrenar y los voy a buscar —me avisó—. Están re intensos con que quieren verte a vos y a Almita así que, que no te sorprenda si se pegan a vos.

—Sabes que a mi no me molesta —le dije sonriendo—. ¿A qué hora entrenas?

—Ahora a las diez —dijo y yo asentí—. ¿Queres que venga trayendo la comida?

—Si, porfi. Hoy no tengo ganas de cocinar.

—Bueno, ¿qué queres comer? —me preguntó.

—No sé, ¿milanesa? —sugerí—. No sé, vos sabes lo que me gusta así que vos elegí. ¿Qué hora es?

—Nueve y media —informó—. Voy a buscar mis cosas —dijo y se fue hasta la pieza a buscar todo lo que siempre lleva—. ¿Hoy te llevo hasta el café o vas sola? —cuestiono, volviendo.

—Voy sola, si total es acá nomás. Además están los chicos —respondí—. Vení —lo llamé desde mi banqueta y el se acercó, acomodandose entre mis piernas. Le arreglé el cuello de la chomba que estaba mal puesto y el me agarró de la cintura o lo que debería ser la cintura—. Voy a llorar —le avisé. Y era verdad, de la nada, mientras lo miraba a él, me habían agarrado ganas de llorar, sin motivo.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now