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JUANA

Me bastó un abrazo de papá para desarmarme por completo y, al mismo tiempo, sentir que teniendolo cerca todo iba a ser un poquito más fácil. Hace solo unos minutos había pisado suelo frances y ya estaba llorando cual nena de cinco años. Es que ese era el poder que tenía mi papá en mi. Yo me podía hacer la fuerte frente a cualquiera, menos ante el y es por eso que apenas lo vi y sentí sus brazos rodearme todo lo que tenía acumulado adentro, salió.

A el, le siguieron los abrazos de mis hermanos. De menor a mayor. Siendo el último Paul, con quien caminé hasta la salida, mientras me llenaba de besos en la frente. Esos que demostraban protección.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí en casa y, a pesar de lo que significó dejar Argentina para venirme a vivir acá, sentía que había sido una buena decisión.

Calmate, mi amor —me pedía mi papá, quien le había pedido a mi hermano mayor que manejara para el poder venir atrás conmigo. Yo no decía nada, solamente me hice bolita y me pegué a el.

Ya llegamos —avisó Agustina, unos veinte minutos después en los que ya se empezaban a cerrar los ojos.

Hija, despertate, ya estamos en casa —me habló mi papá. Yo abrí los ojos, viendo como mis dos hermanos menores salían del auto. La tercera fui yo y por último mi papá. Fue cuando estuve afuera, esperando a que abrieran la puerta cuando me paré a observar el día, porque yo estaba totalmente pérdida. Sabía que eran casi quince horas de vuelo y la diferencia horaria entre Argentina y Francia eran unas cinco horas, así que, calculando, eran la una del mediodia más o menos—. Ju, pasá —salí de mi pequeño trance en el que estaba haciendo cuenta mentales para ubicarme y le presté atención a mi papá que me estaba esperando para entrar.

—¿Tenes hambre, Juani? —me preguntó Yamil, mi hermano más chico, apenas me tiré en el sofá. Él era el único que sabía y me hablaba en español—. Nosotros todavía no almorzamos...

—No Yami, gracias, después como —sonreí y busqué con la mirada a mi papá—. ¿Me puedo acostar un rato? —hablé todavía en español porque a pesar de que mi papá casi no lo hablaba, si lo entendía.

¡Dejá de hablar en español, Juana! —saltó, de repente, mi hermana—. Estamos en Francia y yo no entiendo nada.

Me reí por su desesperación y le pedí perdón en francés. Volví a enfocar mi vista en mi papá que se encontraba sonriente y asintió recordando mi pregunta.

Vení —me llamó y lo seguí por un pasillo. Abrió una puerta, dejando a la vista una habitación preciosa—. Esta va a ser tu habitación.

Gracias pa —le dije y el sonrió—. ¿Donde está el baño? —pregunté—. Primero me quiero bañar y después duermo —mi papá me señaló una de las puertas que había dentro de la habitación. Al parecer había un baño individual para todos. Hijo de Macri resultó ser mi papá.

Te dejo sola, cualquier cosa llamame —me dijo y yo asentí. Saqué ropa de mi valija, la cual aparentemente uno de mis hermanos la trajo hasta acá y me metí rápido a bañarme. Estaba muy cansada y solamente pensaba en dormir, así que fue una ducha bastante rápido a comparación de las que suelo tomar.

Cuando estuve cambiada y, literalmente, tirada en la cama, cual campeona, agarré mi celular para ver que onda Lucía quien seguramente me llenó de mensajes mientras viajaba. Antes, aproveché también para configurar el horario de mi celular que seguía con la hora de Argentina.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now