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 JUANA

¿Entonces te dijo de verse, así como si nada?  —me preguntó Luli desde el otro lado de la línea. La había llamado tres días después de mi cumpleaños para contarle algo que no le había contado a nadie más que a Enzo. Sobre mi mamá y su mensaje.

 —Si  —respondí con el celular sostenido con mi hombro, mientras separaba la ropa que podía usar de la que, por un tiempo, debía dejar. El ropero que compartía con Enzo estaba hecho un desastre...al menos mi parte—. Un "feliz cumpleaños" y eso...Que se yo, no la entiendo te juro.

 —¿Le respondiste?

 —No, ni siquiera abrí el mensaje —dije—. No sé que decirle tampoco, porque ya sabes como es ella, capaz me quiere ver para decirme lo mal que estoy haciendo las cosas en mi vida —reí. Aunque, realmente creía que mi mamá era capaz de hacer eso.

 —No creo, Ju —suspiró—. Por ahí recapacitó, quien te dice...Para mi tendrías que verla.

—Enzo me dice lo mismo.

 —Ya somos dos, entonces —afirmó—. ¿Y tus hermanos, siguen ahí?

—Se fueron ayer con Julian —informé—. Antes de que lo preguntes: no, no les conté nada a ellos.

Está bien  —rió. Escuché a través del telefono como una puerta se cerraba y después de escuchar una voz deduje que Gonzalo había llegado—. Estoy hablando con Juani —le dijo a su novio. "Mandale un saludo" dijo Martinez—. Te manda un saludo Gonza.

—Si, lo escuché. Mandale otro —respondí.

Dale —dijo Lu—. Escuchame amiga, me tengo que ir, hablamos después. Cualquier cosa que decidas, avisame.

—Obvio. Un beso —dije y corté. Después de asegurarme que estaba todo medianamente presentable, fui hasta la cocina. Eran más o menos la una, una y algo...no sé bien, pero todavía no había comido y tenía bastante hambre así que saqué de las bolsas las cosas que había comprado más temprano y me puse a cocinar, mientras esperaba que Enzo llegara.

A pesar de que antes era todo menos fan de la cocina, la cantidad de tiempo libre que tenía ahora, había despertado aunque sea cierto interés en eso y la verdad que me iba mejor de lo que creía.
Igualmente, no voy a mentir, extrañaba muchísimo bailar, dar clases y tomarlas, todo, pero entendía que no era algo que podía hacer en este momento. Si bien mi embarazo no corría mucho riesgos como en otros casos, después de la caída, me recomendaron no hacer movimientos bruscos o demasiada fuerza, aconsejandome que dejara, aunque sea en esta etapa, la danza.

Puse la mesa y serví los tomatitos rellenos que había hecho justo al mismo tiempo que Enzo llegó.
Me sonrió con la carita de cansado que tiene casi siempre cuando vuelve de entrenar y se acercó a saludarme con un beso.

—¿Cómo te fue? —le pregunté, mientras tanto él como yo nos sentabamos a comer.

—Bien, todo bien —sonrió. Se sirvió uno de los tomates y se llevó un pedazo a la boca—. Esto está buenísimo, amor —le agradecí sonriente—. Ah, te iba decir, ¿no te llamo la obstetra?

—No —respondí—. Bah, no sé. Hablé con Luli hace un ratito y dejé el celu allá, así que puede ser que no haya escuchado.

Por accidente | Enzo PerezWhere stories live. Discover now