033

2.5K 157 9
                                    

JUANA

La verdad era que ya no sabía que hacer. Con Luli habíamos venido re temprano y a pesar de que anduvimos de acá para allá, nos mensajeamos con los chicos, nos sacamos más de un millón de foto y hasta charlamos con distintas personas, el tiempo parecía pasar super lento. Y si a eso le sumamos que el partido estaba postergado y ni siquiera se sabía si se jugaba ni hablar. Era hermoso ver esto, pero que estrés que no te sepan dar una respuesta clara y te tengan con tal incertidumbre porque la verdad era esa: ni nosotras o los chicos sabíamos qué iba a pasar.

—¡Me estoy muriendo de calor! —exclamé, mientras me hacía un rodete con mi propio pelo. Otra cosa más para agregar a las cosas que me están empezando a fastidiar de este día.

—Ya no se va a jugar... —dijo, en un tono bajo, Luli.

—¿Vos decís?

—Es obvio que no, boluda —dijo—. Están dando mil vueltas. Según algunas páginas lo pasan para mañana.

—Yo no entiendo porque no lo dicen si ya tienen definido no jugarlo —me quejé—. La gente viene de un montón de lugares, se está comiendo horas de espera y nadie es capaz de decirle nada. Un sí o un no, no es tan difícil.

Como si alguien me hubiera escuchado, apenas dije esas palabras, anunciaron que el partido no se jugaría y quedaría postergado hasta mañana. Con cara de pocos amigos la mayoría de las personas, por cuestiones lógicas, la gente se empezó a ir. Con Luli esperamos un toque y fuimos hacia los vestuarios a ver qué onda. Tanto Enzo como Gonza nos habían dicho a ambas que ya podíamos ir, pero un toque nomás porque seguían concentrados.

—Hola, mi amor —me saludó Enzo, mientras me robaba un beso—. Estás toda roja —rió y me puso las manos en la cara.

—Si —dije, haciendo un puchero—, hace muchísimo calor.

—Gracias por bancartela, gorda —sonrió y yo me mordí el labio, para después besarlo—. Ya me tengo que ir, Ju. Nos vemos mañana. Andá a casa, date una ducha y descansá.

Hice exactamente lo que Enzo me dijo y, después de dejar a mi amiga en su casa, fui para la mía. Una nueva que quedaba muy cerca del Monumental y la cual mi novio había comprado para ambos.
Me parecía un montón y se lo había dicho, pero no por irnos a vivir juntos, lo que, admito, si me sorprendió, también por no haberme dicho nada y haberla comprado solamente él. Entendía que, tal como me dijo, quería que fuera una sorpresa, pero no se tendría que haber hecho cargo solo cuando es algo para ambos.

Cuando estuve adentro de mi casa, les envié un mensaje a Luli y a Enzo para avisarles que había llegado bien. Tiré las llaves en la mesa y empecé a desnudarme para irme a bañar. De verdad hacía muchísimo calor y no daba más.

Me tomé mi tiempo en la ducha, el cual, sin duda, hubiese sido mucho más sino fuera porque escuché el timbre sonar y tuve que salir apuradísima. Ni siquiera tuve tiempo de vestirme porque la persona que estaba detrás de la puerta estaba demasiado insistente así que con una toalla en la cabeza y otra cubriendome el cuerpo, abrí.

Florencia, la ex de Enzo, estaba en frente mío, con sus brazos a los costados esperando, al parecer, que le abriera. Su mirada, que cuando abrí la puerta miraba al piso, ahora, sintiendo mi presencia, se había enfocado en mi. La miré confundida y fue ella la que habló primero:

—Hola —saludó—. Perdón que aparezca así de la nada pero, ¿será que podemos hablar?

—Eh, si, obvio —respondí—. ¿Pasó algo? —pregunté y entonces me percaté que aún estaba afuera, así que la invité a pasar. Cerré la puerta, solté un suspiro y, de espaldas a ella, volví a hablar: —Ponete cómoda, yo...me voy a cambiar y vuelvo.

Mientras buscaba mi ropa y me vestía, lo más rápido posible, pensaba que era aquello de lo que le gustaría hablar. A mi parecer, nosotras no teníamos mucho que decirnos. Bah, al menos, de mi parte ya no. Me pasé el cepillo por el pelo para alisarlo y cuando estuve lista volví a la cocina donde una Florencia, un poco impaciente, me esperaba.

—Bueno...ya estoy —suspiré nuevamente—. ¿Queres tomar algo? —ella negó. Me senté en la banqueta en frente a ella y la miré—. Entonces, ¿de qué queres hablar?

—Vine para pedirte disculpas. Te traté re mal apenas nos conocimos y ni siquiera te di la oportunidad de hablar. No me quiero justificar porque las actitudes que yo tuve con vos, con Enzo y a veces hasta con mis hijos no son justificables, pero yo estaba muy dolida. Imaginate lo que es ver a la persona con la que viviste tantas cosas hacer su vida con otra mujer como si nada —continuó—. Y además, no con cualquier mujer. Con vos, Juana. Te juro que pocas veces vi a una persona tan buena. Hasta mis hijos te amaron desde el primer día —suspiró—. Sentía que me estabas robando todo, no te voy a mentir. La mínima esperanza que tenía de volver con Enzo desaparecía cuando lo veía mirarte o hablarte, mis hijos te amaban, querían estar siempre con vos...Yo ya no sabía que hacer. Me sentía en una comperencia constante, la cual estaba perdiendo y hice de todo para alejarte de ellos, cosa que claramente me salió muy mal —me miró—. Perdón, de nuevo, Juana.

—Esta bien, Flor —sonreí—. Yo también te quiero pedir perdón por haberte hecho sentir así. Nunca fue mi intención, pero puede que...

—No, Juani, vos nunca hiciste nada para hacerme sentir así, yo era la que me hacía la cabeza con todo.

—Bueno, pero igual, yo me tendría que haber dado cuenta, charlarlo con Enzo, no sé... —dije—te pido perdón y te juro que me encantaría llevarnos bien, por nosotras, por los chicos y por Enzo. No te digo ser amigas, pero...

—¿Quién te dice que no podemos ser amigas? —rió.

—¿Me aceptas unos mates? —pregunté.

—Me encantaría, pero dejé a los chicos con mi papá hace un rato ya y lo deben estar volviendo loco, sobre todo Pía —respondió.

—Nos quedará pendiente, entonces.

Por accidente | Enzo PerezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora