Capítulo 27

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Kyle

¿Por qué el querer decir la verdad siempre es más complicado de lo que te imaginas en tu mente mientras inventas el discurso perfecto para la ocasión perfecta? ¿Por qué las verdades no son como ocurren en las telenovelas o en los libros y las cosas salen bien? Más y más preguntas parecidas a esas inundan mi mente mientras desciendo por las escaleras a la mañana siguiente.

Resulta que, no sé si les ha pasado, hoy me desperté con ganas de confesar mi secreto más íntimo. Aunque ya no es tan íntimo porque pues más del sesenta por ciento de los estudiantes en el instituto lo saben. Pero mi papá no. Ni mi hermana pequeña Ayla.

Tuve un sueño en el que salía del closet con mi papá y mi hermana y las cosas fueron bien. Que me aceptaba y me quería tal y como era. Así que cuando abrí los ojos algo dentro de mí encendió el interruptor que me dio el valor para hacer eso hoy.

Y, mientras me sirvo un vaso de leche, no puedo dejar de pensar en cómo reaccionará papá cuando le diga que soy gay.

Puede que lo tome mal.

Puede que lo tome bien.

Pero solamente está en él tomarlo como quiera.

No digo que no tenga miedo. Claro que lo tengo. Y más porque mi papá siempre me ha dicho que está orgulloso de mí. De lo que soy. Pero nunca me ha dicho que apoyará todas mis decisiones sea cual sea esta.

El salir del closet para algunas personas resulta ser una batalla infernal con lo que eres y el mundo exterior. Y más porque hay personas (como yo) que le tenemos miedo al rechazo. A la soledad. Rechazo. Soledad. Rechazo. Soledad. Rechazo. Y más si ese rechazo viniese de parte de tu propio padre.

Los nervios me carcomen la piel.

Por suerte, mi padre llega alrededor de las seis de la tarde de trabajar y podré tener todo el día para poder pensar bien las cosas. Para armarme de valor y ser valiente.

Siempre debemos ser valientes.

Le doy un sorbo enorme a mi vaso de leche y mi mirada se desvía de la ventana de la cocina hacia mi móvil que vibra y se enciende la pantalla.

Kael.

Me ha mandado un mensaje.

Kael: Oye, tuve un sueño extraño. Soñaba que éramos dos barcos en alta mar.

Yo: ¿Dos barcos? Eso es completamente raro.

Kael: ¡Lo sé! Estábamos varados en medio de la nada.

Yo: Qué sueño tan raro. Oye, necesito hablar contigo de algo.
¿Puedes venir o voy yo?

Kael: Te veo en cinco en el maldito árbol donde me caí ayer.
¿Estamos, okey?

Yo: Estamos, okey.

Suspiro y dejo salir todo el aire que tenía contenido en mis pulmones. Me termino mi vaso de leche y corro a toda prisa a mi habitación. Será un día complicado.

Suelto la rama que he tomado de camino hacia aquí cuando veo a Kael llegar por el otro lado del camino de tierra con los rayos del sol filtrándose por entre las hojas de los árboles estamparse contra su piel y sus rizos rubios

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Suelto la rama que he tomado de camino hacia aquí cuando veo a Kael llegar por el otro lado del camino de tierra con los rayos del sol filtrándose por entre las hojas de los árboles estamparse contra su piel y sus rizos rubios. Parece que brillan con más intensidad bajo la luz del sol y nunca me había detenido a darme cuenta de ello. Una vez en una de sus cartas me dijo que yo era su Sol. Pero no creo que sea así. Él brilla más fuerte que el Sol y no quiere darse cuenta.

Me pongo de pie y me sacudo la tierra del trasero.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien?

—Sí, sí. Es que... tengo miedo.

—¿Miedo?

—Sí.

—¿Por qué?

No sé sí les ha pasado que siempre hay una persona a la que sienten que conocen de toda la vida. Esa persona que, sin pensarlo, termina ganándose toda tu confianza. Termina formando parte de ti que te es difícil ocultarle secretos.

—Le diré a mi papá que soy gay...

El Corazón Nunca Se EquivocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora