Capítulo 51

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Kyle

Tres días después, cuando abro los ojos, Alexander está paseándose por toda la habitación, mirando con atención cada uno de los libros de mi librero y analizando el hueco de la ventana. El sol otoñal se filtra por el hoyo iluminando con más intensidad la habitación, aunque se ve interrumpido en algunas ocasiones por la sombra de las hojas de los árboles que rodean la casa por completo. Suspiro y me estiro, llamando la atención de Alex. Lo sé porque se gira de inmediato, asustado, a mirarme.

Las aves cantan fuera.

—Oye, eres más dormilón que un panda.

Su tono burlón me saca una sonrisa. Creo que después de su confesión, ya no sé cómo tratarlo. ¿Así es como se siente Kael?

Me froto los ojos y me miro el brazo enyesado.

—Cállate porque fueron tus ronquidos los que no me dejaron pegar el ojo en toda la noche —le respondo sonriendo.

Hace una mueca de indignación y se lleva la mano al pecho.

—¿Estás seguro que el que ronca soy yo?

—Seguro —digo con seriedad, pero sonriendo todavía.

—Creo que hasta un león se sentiría dominado si te escuchara roncar —comenta lanzándose hacia la cama. Su cuerpo cae junto a mis piernas, partiéndose en carcajadas. De repente, su sonrisa se borra de su rostro y frunce el ceño—. Por cierto, ¿cuándo te lo quitan?

Me miro el brazo, bostezando.

—No lo sé, mi papá es el que platica con el doctor. Yo prefiero salirme de la habitación del hospital porque me siento muy vigilado.

—No has cambiado, Kyle —murmura poniendo los ojos en blanco—. Mejor ya levántate que se te hace tarde para ir al instituto.

Me encojo de hombros y me toma de la mano.

—¿Cómo te fue en la escuela ayer? Quedaste de contarme todo, ¿hablaste con Kael? ¿Qué te dijo?

—Alex, me da mucho gusto que esté aquí, me está ayudando mucho tu compañía. Pero es que no quiero dañarte con todo esto—le informo soltándolo. Me retiro la colcha y las cobijas de las piernas y me siento en el borde de la cama.

Resopla por la nariz.

—Si no confías en mí, ¿en quién lo harás? Somos mejores amigos desde hace años, ¿o no Kyle?

Suspiro.

—Kyle no dijo nada, pero está muy raro. Desde hace meses da señales, pero ya no sé qué onda —me pongo de pie y camino hacia el armario.

Se pone de pie y me detiene, cruzándose en mitad del camino.

—Kyle —suspira mi nombre—. ¿Recuerdas lo que te dije antes de irme a California? Cuando te confesé que era gay, te dije que nadie te entendía como yo lo hago. Y sí, sé que las cosas entre tú y yo no son como pensé que serían al volver aquí, pero yo no tengo miedo —me toma de la mano y me acaricia con el pulgar los nudillos. Me mira directo a los ojos y en sus labios se dibuja una media sonrisa—. Yo sí sé quién soy, y sé quién eres tú. Hazle caso a quien te dice lo que siente de frente, dame una oportunidad. Déjame demostrarte —se encoje de hombros— que tú y yo podemos ser felices. Juntos.

Me mira ladeando la cabeza.

Trago saliva, le suelto de la mano y camino hacia el armario. Tomo mi ropa y salgo de la habitación en dirección al baño.

No me gusta hacer sentir mal a las personas.

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El Corazón Nunca Se EquivocaWhere stories live. Discover now