Capítulo 53

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Kyle

El lugar es hermoso. A pesar de haber vivido todos mis diecisiete años de vida en Spokane, Washington, nunca había venido para este lado del estado. Pero es que la verdad es que no encuentro las palabras exactas para describir lo precioso que es el lugar en el que estamos parados Alexander y yo en este mismo momento.

La profesora Johnson y el director del instituto nos dieron oportunidad de disfrutar el día para conocer el lugar y acoplarnos ya que estaremos aquí durante una semana entera. Cuando salimos de nuestra tienda de campaña en donde nos han colocado a Alexander, una chica llamada Mackenzie y a mí, caminamos hacia el lago que está al borde del lugar. Cuando vimos en la lista en dónde habíamos quedado y con quién, nos sorprendimos que hubiesen puesto a una chica entre dos chicos. Pero pues una chica durmiendo en el mismo lugar que dos chicos homosexuales, no creo que tengan de qué preocuparse.

Caminamos uno al lado del otro por el césped, dejando los árboles del bosque detrás de nosotros, abriéndonos paso a la increíble vista. Son alrededor de las seis y media de la tarde, por lo que el atardecer comienza a iluminar el cielo de tonos anaranjados, rosas, amarillos y rojos. Cuando llegamos al borde del césped, el gran lago Long Lake se extiende frente a nosotros reflejando el fantástico atardecer del cielo. Nos sentamos en la orilla de tierra, suspirando al mismo tiempo.

—Es hermoso, ¿no crees?

Su pregunta hace que mi atención se centre en él. Su mandíbula está perfectamente afilada, sus labios son delgados pero carnosos. Sus ojos ligeramente rasgados me muestran sus brillantes pupilas marrones, y su cabello... Es eso se parece a Kael. Sus rizos castaños le caen sobre la frente, dándole un toque juvenil a sus facciones, pero a la vez maduro.

Durante los últimos dos años ha cambiado demasiado. Recuerdo que antes de irse era el chico equis del instituto, tenía el cabello siempre rapado, y además era súper raro. Pero a pesar de todo siempre estuvo para mí cuando más lo necesitaba. Sus gruesos y largos dedos me toman la mano y me sobresalto tras su tacto.

—Perdón, me has pillado por sorpresa —susurro, mirando su mano rodear la mía.

Su piel es suave, pero rasposa a la vez. Y, puedo jurar y perjurar que no siento la misma corriente de electricidad recorrerme el cuerpo entero como cuando Kael me toca cualquier parte de mi anatomía.

—No pasa nada —dice, y aparto mi mano de la suya.

Desvío mi mirada hacia el lago y un sentimiento de nostalgia me invade por dentro. Los colores del atardecer han pasado de ser brillantes, a ser opacos. Una extraña combinación entre tonos de color lila, morados, azules, rosas... Me hacen sentir triste.

Siempre me sucede.

Es como si esos tonos del atardecer tuvieran algo sobre mí que me hacen derribar todas mis barreras que me hacen fuerte, y estoy súper seguro que no soy a la única persona que le pasa. ¿Alguna vez te ha sucedido? Que están tan bien contigo mismo, y cuando esos tonos azulados al meterse el sol en el horizonte te llenan los ojos sientes que todo el esfuerzo que has hecho por ser feliz se va por un tubo.

¿Lo has sentido?

¿Has sentido que hay veces en las que el mundo sería mejor si tú no estuvieras?

Parpadeo y tomo una roca de la tierra, alejando todos esos malos pensamientos que me ponen triste, que me hacen sentir poca cosa. Insuficiente. Me pongo de pie y aprieto con la mano en un puño la piedra que he tomado. Alexander me mira desde debajo, sentado sobre la tierra, mientras yo me preparo para lanzarla.

—¿Qué harás?

—¿Recuerdas cuando hicimos patitos en el agua del mar el día que fuimos de vacaciones de Navidad a Santa Mónica?

El Corazón Nunca Se EquivocaWhere stories live. Discover now