Capítulo 36

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Kael

Mi casa ya está a oscuras y apenas son las diez de la noche, lo cual significa que mis papás ya están dormidos. Incluso Khalan. Así que tomo mi teclado con cautela del escritorio y abro lentamente la puerta de mi habitación tratando de que no chirrié tanto como de costumbre. Con un ligero chaleco blanco con capucha, unos vaqueros de mezclilla y mis Vans negros, asomo la cabeza por el borde de la puerta hacia el pasillo para asegurarme que no haya nadie a la vista.

Cuando lo compruebo al cien por cien, salgo de la habitación cerrando la puerta detrás de mí con cuidado, después me acomodo la capucha en la cabeza y comienzo a descender de puntillas por las escaleras. Lo bueno es que mi habitación es la que está justo junto a las escaleras lo cual es menos complicado para escapar en este momento.

Cuando llego a la puerta principal, las luces de la sala de estar se encienden, dejándome a la mira de quien sea que haya encendido el interruptor.

—¿A dónde con tanto misterio?

La suave y delgada voz de mi madre me paraliza cuando extiendo la mano para tomar la perilla de la puerta. Me giro lentamente hacia la dirección de donde proviene la voz de mi madre y me encuentro con ella. Está sentada en el sofá con una taza con adornos navideños pintados en ella. Lleva puesta su pijama y tiene el cabello suelto que le cae sobre los hombros.

Bebe un sorbo de lo que sea que esté tomando y alza una ceja a la espera de mi respuesta.

—¿Entonces?

—Voy a ver a Kyle.

Se pone de pie y camina hacia mí, al igual que yo hacia ella.

—¿Por qué tan tarde?

—Me necesita.

Parece que mi respuesta la confunde, pero es que no puedo contarle nada sobre lo que sé porque no me corresponde a mi contárselo a nadie. Es solamente elección de Kyle si quiere que el mundo lo sepa. Pero si de algo estoy seguro es de que yo estaré con él para enfrentar a cualquiera que se atreva a hacerlo menos por su orientación sexual.

—¿Le pasó algo?

—Mamá, de verdad no puedo decirte. Solo sé que necesita de su mejor amigo en este momento y voy a ir a verlo.

Suspira y me toma de las mejillas.

—Está bien, ve. Pero con la condición de que llegando me cuentes todo.

—Trato hecho.

Me planta un pequeño beso en la frente y me deja irme.

Mientras corría por entre los árboles mientras la noche consumía cada vez más toda la vegetación, no podía dejar de pensar en una sola cosa

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Mientras corría por entre los árboles mientras la noche consumía cada vez más toda la vegetación, no podía dejar de pensar en una sola cosa. ¿Cómo un chico que parecía ser el más feliz de todos podía ser el más débil? Cuando llegué a West Spokane lo primero que siempre tuve en mente al ver por primera vez a Kyle adormilado en su habitación a mitad de la noche es que él era el tío más feliz de todos. Aquél tío libre de problemas. Pero conforme iba conociéndolo me di cuenta que a veces pensamos que somos el único ser humano en toda la tierra con los problemas más fuertes, cuando en realidad hay personas que la están pasando peor que tú. Nunca llegué a imaginarme que Kyle sufriera tanto por la pérdida de su madre después de haber pasado ya diez años, pero el dolor seguía presente en su corazón. No mentiré, me hizo mal verlo mal el día que vine después de tres meses de no habernos hablado.

El chico amante de las estrellas estaba perdiendo el brillo de su propia estrella.

Poso la mano en el último árbol del camino cuando diviso la casa de Kyle. Está totalmente a oscuras también, igual que la mía, pero por una de las ventanas de la entrada parpadea una luz blanquecina que se combina con varios colores. Creo que su papá y su hermana están viendo el televisor antes de ir a dormir.

Tomo aire para alimentar a mis pulmones y camino hacia el otro lado de la casa, el lateral izquierdo. Es donde se encuentra el árbol por donde trepé el primer día para verlo a él. La luz de su habitación está apagada, pero lo que me llama más la atención es que en la parte alta de la casa está alguien sentado mirando el cielo estrellado.

Es él.

Kyle.

Mi Kyle.

El chico que trae consigo todas las constelaciones existentes en su alma.

Me acomodo el teclado en la espalda y comienzo a trepar el árbol con más dificultad de la común. Pero, a pesar de haberme resbalado de una rama y cortarme la palma de la mano, continúo trepando hasta llegar a la punta, cerca de la azotea en dónde está él.

Creo que ya me ha escuchado porque pues he hecho más ruido que una bomba nuclear, pero ni siquiera se gira para verme.

—¿Quién está listo para la mejor noche de su vida?

Mi voz lo sobresalta y se gira de inmediato hacia mí. Una sonrisa amplia se dibuja en sus finos labios, permitiéndome ver su alineada dentadura.

—A ver, ayúdame —le pido pasándole mi teclado estirándome lo más que puedo. Se pone de pie de inmediato y lo toma con la misma velocidad con la que se ha incorporado. Lo pone en el suelo y se estira para ayudarme a pasar del árbol a la azotea. De un brinco lo logro, pero termino desequilibrándome y cayendo contra él. Su espalda choca contra el pavimento del techo y yo caigo encima de él—. Lo siento.

Me pongo de pie de inmediato y lo ayudo a incorporarse.

No sé por qué, siempre que cae encima de mí o viceversa, me causa un cosquilleo que me recorre todo el cuerpo de pies a cabeza, acelerándome el corazón.

—No te preocupes, ya me acostumbré a esto —dice sacudiéndose la ropa.

Me rasco la nuca con el dedo índice y camino hasta dónde está mi teclado. Me agacho para tomarlo.

—¿Por qué lo has traído?

—Vamos a componer una canción tú y yo en este momento.

—¿Los dos?

—Los dos.

—¿Una canción?

—Una canción —confirmo.

—Sería como nuestra canción, ¿no?

—Será nuestra canción.

Nuestra canción... Me gusta cómo suena. 

El Corazón Nunca Se EquivocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora