Jeon Jungkook es un simple Beta. No tiene olor propio, no percibe olores ajenos, no cuenta con celo y no está seguro de tener un destinado.
Jungkook se encontraba resignado a vivir de tal forma, algo que seguramente hubiese conseguido de no ser tan...
Las frías puertas del elevador se habían cerrado, llevándose a Jungkook y a ese extraño lobo Alfa junto a él. Sería poco decir que Taehyung y Jimin se sentían inquietos por ese hecho, siendo que lo que menos deseaban era separarse del chico, pero él parecía tener prisa por huir del lugar con esa extraña compañía.
─Deberíamos ir detrás de él─ la ansiedad en la voz de Taehyung resultaba contagiosa─ ¿Viste a ese tipo? No me da confianza.
Un escalofrío recorre la columna vertebral de Jimin.
─Hay que confiar en él─ son las palabras con las que solapa la idea de Taehyung─. Jungkook no quiere que vayamos, así que solo nos queda respetar su privacidad.
Las comisuras de los labios de Taehyung se caen, sus ojos brillando en mil dudas mientras Jimin intentaba sonreírle para brindarle un poco de confianza y consuelo.
─Mamá hizo comida para los tres, ¿piensas desperdiciarla?─ tomando su mano, Jimin lo lleva de vuelta al interior del apartamento, cerrando la puerta con suavidad detrás de él.
─Solo si pruebas lo mío, no sea que ella quiere envenenarme para que no le robe a su hijo─ bromea, intentando calmarse.
Los ojos de Jimin se cierran cuando una tierna sonrisa tira de sus labios.
─Tengo algo importante que hablar contigo, TaeTae.
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Esa capa de hielo que había cubierto los ojos del Alfa en menos de un segundo se encontraba derritiéndose, llenándolos de saladas lágrimas.
─Lo siento mucho, Jungkook─ su temblorosa voz rompe toda la imagen de un Alfa fuerte e imponente─. No sabes cuanto siento no haber conseguido protegerte.
Y caen, mojando el rostro de Yugyeom.
─Está bien─ Jungkook suaviza su voz mientras levanta las manos para secar las mejillas del chico─. Estoy bien, Yugyeom, todo está bien. Estamos lejos de ese lugar, nadie va a lastimarnos.
Era sencillo decirlo, pero Jungkook se permite pensar que él, en ocasiones, aún temía que las personas de su pueblo viajaran solo para encontrarlo y asesinarlo por entrometerse. Ellos seguro continuaban muriendo de ganas por colocarlo en su lugar.
Las puertas del elevador se abren para darles paso al pasillo de la salida, como un rayo de salvación al que ambos chicos deben de aferrarse para sobrevivir. El Beta toma su mano, guiándolo fuera de ese lugar y de las tinieblas que les perseguían.
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