Jeon Jungkook es un simple Beta. No tiene olor propio, no percibe olores ajenos, no cuenta con celo y no está seguro de tener un destinado.
Jungkook se encontraba resignado a vivir de tal forma, algo que seguramente hubiese conseguido de no ser tan...
La bestia lo acechaba, agazapado en algún punto del oscuro pasillo con los hermosos ojos rojos centellando en una combinación extraña de ira y deseo. Un quejido resonó para descubrir su escondite, brindándole el mínimo margen de un segundo para apuntarlo con la linterna de su teléfono.
Se sorprendió al encontrarlo medio convertido, su hocico alargado mostrándole los colmillos afilados y las patas a mitad de conversión.
─Taehyung─ con voz calmada, Yoongi se acerca a él, sus pasos son despreocupados y firmes al mismo tiempo para demostrar quién era realmente el que tenía poder sobre el otro─. Basta de tonterías, levántate, es hora del supresor. Tengo que madrugar mañana, así que agradecería que fueras el manso cachorro de siempre.
Pero sus gruñidos no dejaban de mantenerlo alerta, sus instintos rondando a la racionalidad del chico, solo con un paso en falso podría ganarse que el lobo saltase sobre él para darse un festín con su sangre, más ahora que le veía violento por la necesidad del celo.
─No estoy de humor, Taehyung─ susurra derrotado, hablando para él mismo─. Hobi me dejó para ir a cumplir con su deber de hijo único y tú solo me gruñes. Merezco algo de apoyo en este momento, imbécil.
Con el corazón de hielo resquebrajándose por el recuerdo de las palabras de su Alfa, Yoongi se deja caer al suelo de rodillas, pensando que lo mejor sería ofrecerle su cuello al chico desquiciado frente a él, por lo menos no sería forzado a ver a Hoseok enlazarse con alguna o algún Omega.
─Esto no tiene sentido─ murmuró, dejando que solo una pequeña lágrima se escapara por su ojo derecho.
Comprendía que el Alfa frente a él, irracional y dominado por sus instintos, un ser contrario a Taehyung, no quisiera más que arrancarle un trozo de carne, asesinarlo por cruzar la línea imaginaria de su territorio. Solo dejó el cuello al descubierto, otorgándole el poder que antiguamente no le cedería a nadie más que a Hoseok.
El sonido de las garras del lobo contra el suelo acercándose a él, su aliento fétido acariciándole la piel del cuello en una milésima de segundo. Cuando algo frío rozó su piel él estuvo seguro de que sería el final, esperando con paciencia los segundos que transcurrían hasta que la peluda cabeza de su amigo se posó sobre su cuello, restregándose contra él con dulzura.
Se permitió llorar en ese momento, aferrándose al cuerpo del lobo sobre él.
No lo dejarían morir tan fácil.
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El Alfa le vio con expresión perpleja, sin comprender en su totalidad lo que sucedía , solo ocurriéndosele frotar la espalda de Jimin mientras él continuaba llorando desconsoladamente debajo de las sábanas. Le sentaba mal verlo tan deprimido.
¿Qué se suponía que esos dos habían hecho para que Jimin pensara así?
Soltó un bufido, recordando que solo se trataba de jóvenes descubriendo el amor por primera vez (por lo menos Jimin, o eso quería creer él). No recordaba ningún enamoramiento del chico a lo largo de sus visitas, pero él solo lo veía tres meses al año, su enlace sería justo unos días antes de que él debiese regresar a Costretnio para mantener su negocio.
