Dilema 48

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La mano de Taehyung era cálida, ejerciendo presión levemente, sus dedos se entrelazaron sin buscarlo realmente. Cuando se encontraron fuera del auto Jimin pudo unirse a ellos tomando la mano de Jungkook, un acto instintivo que habían desarrollado desde hace ya unas semanas atrás. Se dejaron guiar por el Alfa pelirrojo (riendo un poco al recordar el drama de Namjoon), cada uno inmerso en las sensaciones que les permitían experimentar sus sentidos.

Su corazón latía con frenesí, la euforia desbordándolo a medida que se alejaban del espacio donde Taehyung había dejado su viejo auto, la pintura descascarada contrastando bien con el entorno verde.

Tres pares de pies se movían en sincronía sobre la tierra blanda y las hojas caídas, creando sonidos que se mezclaban el silbido del viento que bailaba entre los árboles, meciendo las ramas y sus copas. Jungkook se permitió respirar profundamente, llenado sus pulmones del aroma de la naturaleza. Si había tenido una pesadilla minutos atrás ya no importaba, él realmente deseaba disfrutar del momento.

No se alejaron muchos metros más, parándose para apreciar sus alrededores con las sonrisas plegadas sobre el rostro.

Ambos chicos soltaron sus manos en el segundo exacto, cada uno dirigiéndose al costado en el que se encontraban, tomando el tronco de un árbol para resguardarse mientras el crujido de las ropas caían al suelo. Jungkook levantó la mirada, consiguiendo captar a pequeñas aves que los veían con curiosidad desde el punto más alto, alguna ardilla que pasaba, su boca intentando sostener una bellota que triplicaba el tamaño de su propia cabeza, incluso algunas lagartijas que trepaban entre la rugosa piel de los árboles resguardándose de los cazadores.

Un aullido se extendió hasta tocar el cielo, atrayendo la atención de más aves. El sonido de los huesos rompiéndose y expandiéndose le hizo cerrar los ojos con fuerza por mero instinto, eso hasta recordar con quienes se encontraba en el lugar.

Era un lugar seguro siempre que ellos dos estuviesen a su alrededor.

Cuando sus parpados se separaron de nuevo pudo apreciar al enorme lobo que saltaba desde su escondite, el pelaje bermellón con reflejos marrones que fungía bastante bien su papel de camuflaje. Era magnifico el simple hecho de apreciarlo, siendo una mezcla de colores tan extravagantes, aunque esos datos que quedaron relegados al momento en que un lobo más pequeño saltó a su lado, el brillante pelaje rosado oscuro maravillando a Jungkook, intentando tomar notas mentales sobre la forma en que los tonos combinaban en degradé hasta alcanzar más su lomo.

Los conocidos ojos celestes le observan con curiosidad, ambos lobos girados hacia él, esperando a que algo ocurriera.

Jungkook niega con la cabeza, dejándolos correr con un gesto desalentador.

El lobo no está aquí, desearía decirles, y ustedes deberían saberlo muy bien.

Los observa en silencio, dejándose caer de rodillas contra la tierra, sintiendo el dolor de alguna piedra bajo su peso, pero ignorando la sensación gracias a lo que se encontraba frente a sus ojos. Los vio corretear entre los árboles, saltando de un lado al otro, las enormes patas impulsándolos para movilizarse a una velocidad increíble.

Notó que corrían a su alrededor, sin desear separarse mucho de él, dándole la oportunidad perfecta para sacar su teléfono. Algunas fotos le vendrían bien para el recuerdo de todo, tal vez incluso podría hacerles un video para el día de la ceremonia.

Pasó varios minutos de rodillas sobre el mismo punto, tomando fotos y riendo con las ocurrencias de los lobos.

Deseó poder acompañarlos.

O eso hasta que comprendió lo que ocurría frente a él.

Ambos lobos se movían con fluidez, de forma sincronizada, mientras avanzaban al lado del otro, pasando por sus costados, sus cabezas rozándose ligeramente. Jungkook sabía que se trataba del rito de los lobos destinados, estaba presenciando el momento más íntimo entre sus amigos.

𝐃𝐢𝐥𝐞𝐦𝐚𝐬 𝐃𝐞 𝐔𝐧 𝐁𝐞𝐭𝐚 ×𝐕𝐊𝐨𝐨𝐤𝐌𝐢𝐧×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora