|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|

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—Yo no era inmune,

ellos anularon mi presencia.

Buscaba ser consumida mi esencia

por el fuego de su voluntad.

En medio de la oscuridad de sus párpados era más fácil delimitar su presencia

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En medio de la oscuridad de sus párpados era más fácil delimitar su presencia. Se revolvía entre los pliegues de su cerebro, en el interior de su cráneo y se movía como un insecto encerrado dentro de un frasco, en busca de un lugar blando para comenzar a escarbar de forma incansable. La cantidad de patas minúsculas la pisaban con furia por el giro que habían tomado los acontecimientos.

Se había desmayado del dolor después de sufrir la extraña actitud de Lucio, ahora lo recordaba porque la otra se lo había permitido. La voz de ella la arrancó de su incipiente somnolencia.

«¿Te vas a quedar ahí todo el día?»

Era un parásito, la criatura con la que vivía desde que tenía memoria, nunca había hecho nada bueno por ella, solo protegerla de una manera particular.

«Si tan solo no fueras una inútil de mierda no estaríamos acá. Yo no estaría encerrada y vos te habrías muerto.»

Todas habríamos muerto.

La oscuridad se convirtió en una luz amortiguada por la piel de sus párpados a medida que recuperaba el control. Reina seguía mareada. No le prestó atención a sus murmullos resentidos, su enojo estaba justificado. Nunca había superado el hecho de que ella pudiera mantener más el control sobre ese cuerpo.

«Ojalá vos estuvieras muerta.»

Inconscientemente agitó la mano para deshacer sus palabras, pero notó que no podía hacerlo como quisiera por la presión que alguien ajeno ejercía sobre su pecho y estómago.

—¿Ya estas despierta, Reina? —Una mano helada se apoyó contra su mejilla y el aliento helado de un cadáver fue expulsado hacia su rostro.

La mujer lo supo sin abrir los ojos, conocía esa sensación porque no era la primera vez que un muerto intentaba tener contacto con ella, pero igual se aseguró que no se trataba de una pesadilla. Parpadeó y las luces del techo giraron alrededor del rostro grisáceo de una muchacha, entreabrió los labios agrietados en una sonrisa infantil.

—¿Quién sos ahora?

Estaba sentada en su estómago, Reina intentó respirar consciente de que era su mente trastocada quien la torturaba, pero el cadáver se veía tan real que la piel hinchada de sus mejillas todavía conservaban algo de la juventud que había tenido antes de morir. El helado roce fue el detonante, la potencia de los recuerdos que todavía permanecían en ella le perforaron la conciencia.

«¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué guardaste el secreto durante tanto tiempo?»

«Mi mamá se va a preocupar cuando vea que no le contesté los mensajes.»

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now