|Capítulo 9: El llanto de Caos|

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—Pude sentir en las sombras la luz,

eran las estrellas reflejadas en mi cuerpo.

Los humanos no querían ser salvados,

lo necesitaban. Solo yo pude verla.

 Solo yo pude verla

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Sin molestarse en escuchar las protestas de Génesis, el cazador se había tomado la molestia de sacarla de su aura lúgubre para arrastrarla a través de la ciudad.

En realidad, todavía no la había tocado, pero no necesitaba hacerlo. Ella lo seguía con un par de pasos de distancia, sin dignarse a caminar a su lado por el recelo que le producía la simple existencia del Recolector.

Sentía su aroma a tierra mojada y el sonido de las firmes pisadas, durante un par de cuadras su método funcionó a la perfección. Génesis estaba tan concentrada en ser su sombra que ambos acabaron sincronizados en un juego que Mikaela comenzó al aumentar la velocidad de la marcha.

Ella aceptó de forma silenciosa a su risa retadora, se aisló del mundo a su alrededor para poder enfocarse en él y así lo siguió por las callejuelas empinadas que contornean la ajetreada ciudad de Buenos Aires. Por un momento, Mikaela logró poner una distancia considerable entre ambos, pero Génesis se limitaba tanto en sus reacciones que no tardó en alcanzarlo. Él dobló en la esquina siguiente y desapareció. Ella por su parte cometió el error de imitarlo.

Una enorme boca de lobo extendió las fauces y arrolló su amplia percepción. El enfoque en Mikaela no le dejó ver que se acercaban a una avenida principal, lugar que Génesis solía evitar como si su vida dependiera de ello.

El Recolector se perdió, su olor se consumió en un instante dentro de la enorme nube que mezclaba el tufo de los coches, la gran cantidad de locales de comida rápida y el aroma de la piel de los seres vivos. Un gruñido se escapó de sus labios. Fue como si el camino se hubiera esfumado frente a ella, sin darle la posibilidad de volver sobre sus pasos.

El sonido fue tragado por el alboroto general que hacían otros miles de pares de pies, las voces aleatorias de conversaciones ajenas, y las estridentes bocinas que rasgaban el aire viciado. Con los músculos vueltos piedra en su lugar, Génesis recordó porqué había elegido desaparecer en los callejones y se ocultaba de cualquier contaminación sensorial que pudiera desestabilizarla. También recordó porqué detestaba tanto el día, ni siquiera podía observar las brumas con un ligero relieve sobre la materia, por más que el sol brillara entre las nubes claras un enorme telón negro se aferraba a cada lugar que pisaba. No esperó demasiado, se movió rápido en medio de la ola de gente que se planteaba arrastrarla. Necesitaba escapar de esa situación una vez más. El polvo se impregnó en su piel pegajosa y la incipiente humanidad que se había tomado el tiempo de ignorar estuvo a punto de hacerle perder su poco control sobre sí misma.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora