|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|

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—Mis hijos no eran míos, sino del mundo.

Yo no era un padre adorado, sino los sueños de uno.

Eran un reflejo corrompido, siempre mostrándome

la verdad opuesta. 

—Tenemos que actuar

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—Tenemos que actuar. —Zora irrumpió en su habitación azotando la puerta de una forma que contradecía su pose tranquila, Harlem se incorporó con lentitud irritante y se masajeó los músculos con el cabello rojo sobre el rostro—. Las estrellas parpadean inquietas, temo que...

—No, no lo digas. —La silenció, se enderezó junto a ella y se hizo una media coleta para poder observarla, le llevaba casi una cabeza—. No hace falta, puedo imaginarlo.

Antes había intentado dormir, pero su contradicción se lo impedía. Su karma era anhelar el silencio que esas ruidosas voces no le dejaban ni soñar. Estaba bastante acostumbrado, por eso se había tomado el tiempo de reflexionar sobre los últimos acontecimientos.

La guio fuera de su habitación, no le molestaba en absoluto recibirla en su dominio, el hotel, pero la pequeña extensión de su cuarto era algo demasiado personal. Las paredes estaban hechas de libreros que llegaban al techo, su cama, insertada en un hueco entre ellos, escondía los diarios personales que él mismo había escrito con la esperanza de deshacerse de todas esas historias contadas antes de ir a dormir. Amaba escribir, pero la idea de parecerse a Él en ese aspecto también era suficiente para entristecerlo.

—¿Cómo? —preguntó ella, a veces la menor de todos pecaba de inocente, cuando no actuaba como un robot viviente. Tenía las delgadas trenzas pálidas sueltas hasta las caderas, él le acomodó algunas detrás de la oreja.

—El pasado me cuenta cosas, y el tiempo es caprichoso, suele repetir patrones de comportamiento, como todos nosotros —explicó con la paciencia que no poseía, algo extraño—. Quién conoce la historia es capaz de predecir el futuro.

Ella entrecerró los ojos como si hubiera metido la nariz en su trabajo sin permiso y refunfuñó.

—No con exactitud.

Zora se quedó en silencio el resto del camino hacia el salón, no necesitaba seguirlo, pero le gustaba caminar a su lado, y enganchar su brazo en el de él. Por lo general hablaba sobre el clima con animosidad o hacía comentarios superficiales con respecto a la disposición de los muebles, pero en ese momento no dijo ni una palabra. Estaba tensa por una razón que él creía conocer, al entrar al salón ella se detuvo en la puerta y entrecerró los ojos, Harlem continuó caminando, hacía ruido con el taco cuadrado de su zapato mientras tarareaba alguna melodía.

—Estás de buen humor —señaló ella.

—Lo estoy.

—¿Torturaste a Jocken?

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora