|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|

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—Ellos escaparon del vacío

Oh, no tenías idea de quienes eran.

Te dejaste llevar por sus bellas palabras

y tomaron tu voluntad.

El pelirrojo se inclinó en su asiento para llamar a Nez que giró el volante con torpeza

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El pelirrojo se inclinó en su asiento para llamar a Nez que giró el volante con torpeza. Al volverse, Harlem puso una mano en el hombro de Mikaela, que se tensó al ver la urgencia en ese rostro cincelado en marfil.

—Ayudanos con ella, por favor. —Era como si se estuviera ahogando. El sentimiento perforó su mente, y el cazador se encontró asintiendo con más decisión de la que debería.

—Llevanos al hotel, bestia —ordenó Jocken a Nez, ganándose una dura mirada de su hermano.

Mikaela observó edificios cubiertos de niebla a través de la ventana, la quimera avanzaba demasiado lento. Tomaba las calles más transitadas de Buenos Aires porque así le habían enseñado a hacerlo, pero a ese paso no iban a llegar jamás si seguía así.

—Esperen, ¡esperen! —Se enderezó, llamando la atención de los otros dos, incluida Nez que volvió a detener el coche del golpe—. Dejen que yo maneje, y por los santísimos dioses, limítense a mostrarme el camino.

Ese Sin Rostro parecía saber mucho, era más que evidente en el gesto de aburrimiento perpetuo que siempre tenía pegado a sus delicadas facciones. Por supuesto que Mikaela se había tomado el tiempo de observarlo, apenas si cambiaba de expresión cuando sus cejas rojas se fruncían de más por las palabras del descerebrado de su hermano. Ya estaba tratando de calcularlo a la distancia que tenía con el asiento del copiloto, era el más metódico de los tres, y le hizo desviar la atención del camino con su tono caprichoso más veces de las que podría aceptar plenamente consciente de sus acciones. Sin embargo, comprobó que no tenía idea de lo que hacía cuando le permitió sentarse tras el volante para tomar el control de ese auto.

Un cazador normal era peligroso cuando alguien le ponía un arma en frente, le costaba diferenciar entre el peligro inminente y una pequeña acción arriesgada que podía hacerle obtener la victoria de una nueva presa. Un recolector de la corte como él, alguien muerto hacía tanto tiempo era un suicida ya consumado que había elegido de manera consciente abandonar su sentido de supervivencia como un papel arrugado junto a su antigua tumba.

Las ruedas del vehículo rasgaron las calles de Buenos Aires y no quitó el pie del acelerador por más de medio segundo en todo el trayecto, ganándose varios insultos por parte del pelirrojo, que rápidamente perdió por completo la poca compostura que le quedaba. En el asiento de atrás Jocken y Nez no sufrieron un destino diferente.

Manejaba como un maldito lunático.

Sin embargo, gracias a eso llegaron con rapidez inhumana, y por un momento para Mikaela valió demasiado la pena observar como el gesto de asqueado de Harlem se deformaba por las náuseas mientras trataba de bajar del auto. Al instante siguiente su buen humor se esfumó y volvió a sentir una mano enroscarse en su cabello, seguido del cañón de un arma presionando contra su espalda baja. No importaba cuando tiempo había pasado, todavía seguía odiando que alguien se metiera con su hermosa cabellera.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora