|Capítulo 22: La jaula de una estrella|

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—¿Cómo algo de ese tamaño puede brillar tan impúdicamente?

Siempre había estado junto a mis pasos.

Me atrajo con su peligrosa calidez,

era una estrella.

—Estamos tratando con el mismo monstruo después de todo

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—Estamos tratando con el mismo monstruo después de todo.

Luego de escuchar con atención las palabras de la niña sin nombre, la observó vaciar la taza de té de un sorbo, y dirigir su rostro apático hacia ella. Reina estaba acostumbrada a tratar con cadáveres en peor estado que ella, los veía moverse en las escenas del crimen para señalar de alguna forma su manera de morir. Esa era su habilidad, la que ocultaba con ahínco, tanto que ni siquiera Mare la conocía. Sin embargo, ahora que la obligaba a actuar, empezaba a cuestionarse si todo lo anterior no había sido solo un fuerte delirio.

Había pasado un día entero tratando de asimilar las palabras de esa niña. Ni siquiera sabía si los fantasmas podían tomar el té. ¿Qué cosa era en realidad?

La voz llamó su atención, no tenía tiempo para cuestionarse nada a sí misma en ese momento, ya lo había decidido, no tenía nada que perder.

—Y bueno. ¿Vamos? —En un parpadeo ella estuvo junto a la puerta de la entrada, la expectativa tensaba las cejas de la pequeña, por lo demás, no había ni un solo músculo fuera de lugar—. Sé dónde va a estar hoy.

—¿Cómo...? —comenzó, pero ella la interrumpió impaciente.

—Tuve tiempo para espiarlo —dijo sin más—, mientras vos me ignorabas.

«Mhmmm, un poco resentida la pendeja.»

Reina terminó de colocarse su abrigo y alcanzó el cajón donde guardaba las bolsas para la basura, sacó el arma reglamentaria, la mayoría de sus compañeros tenía una igual. Al entrar en contacto con el frío material del que estaba hecha, recordó cómo le había desfigurado el rostro a Mare y la sangre. El hombre solo había tardado un minuto en regenerarse, frunció el ceño antes de devolverla a su lugar. No le había puesto más balas por una razón, ese monstruo podía ser herido. Sin embargo, no podía usarla hasta asegurarse de que iba ser el tiro de gracia.

Tampoco quería creerle a esa niña todo lo que decía, como si fuera alguna clase de milagro, primero tenía que verlo.

Suspiró, tomó sus llaves, y salió del departamento una vez que se aseguró de cerrarlo bien. El cielo sobre su cabeza presentaba una noche joven limpia de estrellas, la humedad le tensaba los músculos y la luna estaba oculta bajo un manto de nubes, no esperaba más que una ligera llovizna. No se dignó a llevar paraguas ni nada que pudiera molestarla en el caso de tener que escapar del peligro.

«Salir corriendo jamás nos salvó, así lo hicimos antes y mirá como estamos ahora.»

Callate.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now