|Capítulo 36: El filo de la esperanza|

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—Me obligaron a notar la verdad,

mi dominio no era más que un plano

la parte más oscura,

los retazos olvidados de la realidad.

—¿Qué fue lo que le hicieron a tus ojos, mi niño? —El tono de voz que empleó su padre al hacerle esa pregunta dejaba claro que ya lo sabía, le produjo náuseas, una sensación sin sentido si contaba con que habían pasado un tiempo desde la última ve...

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—¿Qué fue lo que le hicieron a tus ojos, mi niño? —El tono de voz que empleó su padre al hacerle esa pregunta dejaba claro que ya lo sabía, le produjo náuseas, una sensación sin sentido si contaba con que habían pasado un tiempo desde la última vez que probó un bocado.

Estaba cubierto de sudor, después de liberarlo un par de amalgamas enormes como puertas lo habían obligado a pararse sin un gramo de conciencia sobre sus huesos rotos. Se le desgarró la garganta por los gritos de dolor, pero aun así lo trasladaron a una pequeña oficina con enormes paneles de vidrio espejado en las paredes laterales. Tenía tanta sed y hambre que se sentía como una esponja puesta al sol, pero creía que iba a poder sobrevivir algunos días más si al menos lograba ingerir cualquier líquido.

No era la primera vez que pasaba por esas condiciones inhumanas de existencia.

Después de que lo curaran con la sangre del monstruo de su padre había notado cómo sus huesos poco a poco comenzaban a fortalecerse. Sus sentidos se volvieron demasiado sensibles al ambiente, todas las superficies sobre las que se apoyaba le parecían ásperas y hasta el más mínimo sonido le producía dolor de cabeza. Incluso llegaba a percibir la vibración entera del cuarto, lo cual le permitió saber que tenía cámaras. Estaban grabando su conversación, era muy probable que algún empleado del laboratorio estuviera del otro lado de los cristales.

Podía oírlos susurrar, inclinó la cabeza tratando de comprender algo, pero Mare adivinó sus intenciones y estrelló la mano enguantada contra la superficie metálica, sus anillos bajo la tela resonaron con fuerza, se encogió.

—Quítenle la venda —ordenó a un enfermero—. Necesitamos comprobar si el daño es irreversible.

Unas manos heladas rozaron su mejilla y se alejó por instinto, el ruido del metal le hizo soltar un grave gruñido animal. Tenía las manos esposadas a la mesa y le habían atado un tobillo a la pata de la misma con una gruesa cadena.

—No te preocupes, no va a morderte, querido. —La voz de su padre que pretendía causar simpatía dio un intenso escalofrío, no le hablaba a él.

La suavidad y delicadeza con la que el enfermero tiró de su venda no hizo que la piel herida de su rostro dejara de arder demasiado. Reina le había arañado hasta perforar los globos oculares. Lo que a cualquier humano le hubiera causado la muerte por la brutalidad de la presión que puso en sus manos a él solo le dejó una herida encapsulada, producto de una profunda infección que había intentado curar desde entonces.

—Ya que no vas a hablar, dejame contarte una historia —comenzó Mare—. Sobre nosotros las quimeras.

Antes de dedicarse a restaurar cadáveres en la morgue de Mikaela, incluso antes de trabajar para la policía, Luís había querido ser profesor de historia. La materia le entusiasmaba lo suficiente, pero ese hombre no admitía cuestionamientos a los planes que tenía para él. Durante un tiempo lo quiso intentar por su cuenta, investigó sobre las hazañas de Caos y sus hijos las quimeras, una historia había logrado sobrevivir en la memoria colectiva de todas las criaturas del plano.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now