|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |

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—Oh, las pesadillas no pueden morir, dijeron.

Estuvieron obligados a aceptarlo,

pero no quisieron hablar para decirme

porqué me habían confundido con algo más. 

La red de salud que ofrecía el estado para tratar a los que trabajaban en la federal era minuciosa, no excelente, ni tampoco de lo mejor que alguien se pudiera encontrar

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La red de salud que ofrecía el estado para tratar a los que trabajaban en la federal era minuciosa, no excelente, ni tampoco de lo mejor que alguien se pudiera encontrar. Con un hospital severamente guardado por uniformados y varías clínicas desperdigadas por la ciudad, Reina tenía la facilidad de no tener que pagar su consulta con la psiquiatra. Asistía de forma regular a sus sesiones con la señora Liddell siempre que estuviera disponible. 

Era la única, además de Mare, que sabía su secreto. Solía pasarse horas hablando del desastre que creía tener en la cabeza, su silencio pacifico reconfortaba el caos interior, mientras la otra esbozaba una conocida sarta de tonterías insólitas, con el único objetivo de distraerla.

La clínica particular construía ese ambiente de tranquilidad aburrida. El edificio era un bloque oscuro en medio de la ciudad y una vez que traspasaba las puertas, siempre guardadas por uniformados, Reina debía enseñar su identificación para que la dejaran caminar entre sus pasillos de paredes opacas. Sus ventanas simbólicas llenas de plantas artificiales no contribuían a aminorar el olor a encierro y antiséptico, pero la música del ascensor la dejó concentrarse mientras llegaba hasta el anteúltimo piso. Le iba a contar todo, todo lo que no la comprometiera demasiado, y fuera digno de ser llamado delirio.

Todo para afianzar el diagnóstico que ocultaba por ella.

¿Qué son las quimeras?

Antes, en el hotel junto a Lucio, Reina se había extralimitado en su reacción. Había retrocedido nerviosa hacia la puerta, a pesar de que el hombre solo se sentaba en la cama con semblante derrotado. Su voz trémula se abrió paso en respuesta.

—Quimera quiere decir sueño o ilusión que es producto de la imaginación y que se anhela o se persigue pese a ser muy improbable que se realice. —Luego de una prolongada pausa asomaron a sus manos los ojos azules brillantes del rubio—. También monstruo fantástico que se representa con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón, o como prefería llamarnos mi hermano, terimorfos contemporáneos.

—¿Monstruos? —preguntó, sin ser capaz de alejar la vista de las escamas oscuras en su pecho, lograban resaltar el tono marrón pardo de las plumas alojadas cerca de sus clavículas.

—Prefiero el término humanos con más probabilidad de sobrevivir.

—Bestias —concluyó ella. Con un suspiro Lucio se había estirado en la cama con los brazos hacia atrás y las rodillas separadas, para permitirle una perspectiva privilegiada de su cuerpo.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora